E ahí una de las preguntas de moda: ¿Quién da la vez? Mientras el vaivén de los contagios, los ingresos y los fallecimientos apunta ahora hacia abajo -Bilbao ha salido de la temible zona roja, un gulag donde la vida a duras penas se sostiene con calidad entre máximas alertas...-, la calle, tan acostumbrada a guardar cola, lanza la pregunta del millón. La población anhela conocer cuándo será su turno, en qué momento le llamarán a uno. Mientras poco a poco vamos curándonos de tanto espanto como nos rodea, ahora la expectativa es esa; vacunarnos para que no nos vuelvan a coger con la guardia baja.

Los hombres y mujeres del reparto acaban de anunciar quiénes serán los siguientes: los primeros en recibir las vacunas entre las plantillas de los colegios vascos van a ser los profesores de Infantil y Educación Especial al ser quienes más riesgo corren al trabajar con un alumnado que no usa mascarillas y mantener un estrecho contacto con los menores de seis años. Visto en perspectiva, el anuncio es lógico.

Como también lo es que crezca la marabunta de la expectación. El personal, a cuya paciencia invocan vaya usted a saber quién, quiere saber cómo, cuándo y dónde o si aún no es posible hacer un cálculo preciso. La lluvia de noticias contradictorias, efectos adversos de algunas de las segundas dosis, la aparición de los listos de la fila, el mirar a otro lado de las farmacéuticas cuando se les solicita el cumplimiento de las entregas hace que el gentío viva en una extraña sensación, no creo que con una base sólida de verdad: nos han abierto las puertas de la casa Tócame Roque. Como tantas veces ocurre cuando el pueblo se mezcla con los gobiernos aparece en escena la mujer del César, ya saben el dicho. Quieren saber para calmar los nervios y algo de razón gastan.