IEMPO atrás, cuando mi generación aún vestía pantalón corto en los colegios, aún se estudiaba latín, que era tenida por un asignatura maríapese a todas las enseñanzas que entrañaba. Aún recuerdo, por uno de esos raros caprichos de la memoria, aquella frase con la que Cicerón comenzaba su primera catilinaria. "Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?" que puede traducirse como "¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?". La pronunció en el Senado para dar a conocer la conjura que preparaba Catilina para hacerse con el poder absoluto. De esta manera la conspiración fue descubierta a tiempo y los conjurados huyeron de la ciudad, siendo derrotados al año siguiente en la batalla de Pistoya.

No tenemos la grandeza de Cicerón ni conocemos de nada a Catilina. Pero sí flota en nuestro entorno, como pueden comprobarlo, que la gente siente que se abusa de su paciencia. En ocasiones de manera voluntaria, cuando algunos de los coroneerles que vigilan la lucha contra el covid en retaguardia no dan con la orden precisa y en ocasiones porque no queda más remedio, habida cuenta que da la sensación de que la madre naturaleza pasa factura. Sea cual sea la razón, la pregunta puede tararearse si, como les dije, pertenecen a mi generación o cercanas. Si yo escribo "dime cuándo cuándo, cuándo" ustedes la habrá leído con la famosa melodía que la acompaña. Puede recordarles, por aquello de la justicia poética, que la canción era del crooner Engelbert Humperdinck pero sería en vano. Nadie le recuerda ya.

Es la paciencia la que flaquea entre los sanos hijos de Eva tanto tiempo después del primer contagio. No sabemos qué hacer ni cómo. Dejemos esclarecer las dudas por el tiempo ya que la fortuna conduce al puerto muchas barcas sin piloto, nos pidió William Shakespeare. Como si fuese sencillo.