OS camareros de antaño tenían ese don, la habilidad de averiguar el porqué bebían en exceso algunos clientes. Uno de los hábitos más comunes, según se oyó contar a los más viejos era pedir una copa doble para apagar una pena triple. No es que fuese una sana costumbre, es evidente, pero fueron legión las barras de bar que se transformaron en un gabinete de psiquiatría donde desahogarse. También ese alivio ha desaparecido. Se ha perdido esa vieja fórmula quitapenas y no está claro qué nos va a quedar cuando todo esto pase.

El de ayer fue un remedio anunciado que en algo se parece a lo que les cuento. A la hostelería azotada por la tormenta les han servido ahora, desde las arcas municipales, una copa doble para apagar su triple pena. Tras las ayudas ofrecidas hace ya un tiempo por el Gobierno vasco, el Ayuntamiento de Bilbao, consciente de que están pagando justos por pecadores, ha lanzado una segunda paga que contribuya, si es posible, a que se mantenga en pie la hostelería de la villa. Vistos los destrozos provocados por los cierres van a apurar el trago hasta que se derrita el hielo, ese que ya se acerca por nuestros montes. Es un apoyo más, tres millones de euros largos sacados de la chistera para que no desaparezca la magia de los bares que tanto nos dan.