LA respuesta está en el viento, nos cantó Bob Dylan. Me imagino que el día en que se inspiró el hijo de Minesota, Eolo no soplaba como lo hizo ayer en Bizkaia porque a esa velocidad no hay quien coja la respuesta ni cualquier otro pájaro que vuele. Hay días en los que la climatología no está para este tipo de cantares, por muy premio Nobel que los firme.

Hay que tener cuidado con el viento y sus maneras, ya sea el alborotado viento fiero, el pegajoso sur o la trepidante tramontana. Si hay un fenómeno de la naturaleza que altere el ánimo, ese fenómeno es el viento. Es difícil comprender por qué, pero al igual que el sol aviva el espíritu y la lluvia lo entristece, el viento lo inquieta y lo perturba. Digámoslo así para los poetas porque del viento que hoy les hablo no hay lírica. Derriba todo lo que pilla a su paso como un bárbaro Atila e incomoda lo suyo. Vistas las mediciones de Matxitxako, cualquiera desenfunda un paraguas en días así.

El viento eres tú, cantaba Silvio Rodríguez en una canción cargada de dolores de amor y Al vent gritaba Raimon, con aire de revolución. "La cara al vent", ¿se acuerdan...? La pones así en días como el de ayer y te la parten en dos. "Al vent del mon", recitaba el bardo en el verso final y a uno le entraban escalofríos. Si no comprenden el por qué, pregunten a los contemporáneos, pregunten.

Qué juego dan estos aires alborotados que todo lo despeinan. No preguntaré a los meteorólogos que han de medirlo ni a la brava gente de la mar que lucha con él cuando encrespa olas mayúsculas. Tampoco a los bomberos, encargados de reparar los destrozos. No es momento de hacerlo: corro el riesgo de que me caiga un rapapolvos encima. Voy a desdecirme. Me quedo con la película de Victor Fleming, Lo que el viento se llevó, o los versos de Miguel Hernández, aquellos que decían: Vientos del pueblo me llevan,/vientos del pueblo me arrastran". Sí tiene lírica, sí.