EL cordón de San Blas de ayer y los coros de Santa Águeda de hoy son tradiciones que llegaron a nuestros hábitos tiempo atrás y que se han convertido en parte del paisaje que año tras año se mantienen casi inalterados, como si fuese una tradición inamovible. No conviene olvidar que la propia palabra tradición proviene de la raíz latina de la palabra tradere, que significa "entregar y transmitir". Y que la verdadera tradición no emana del pasado, ni está en el presente ni puede buscarse en el porvenir; no es sirviente del tiempo. La tradición no es la historia. La tradición, cuando se consagra como tal, es la eternidad.

Contra lo que piensan las nuevas generaciones que se van sumando al árbol de la Humanidad, tradición tampoco significa que los vivos estén anquilosados o estén muertos; significa que los muertos viven, que aquellos que se fueron nos dejaron una serie de costumbres y hábitos que, como un hilo invisible, nos cosen con la historia de donde provenimos. Un hombre como J. R. R. Tolkien, capaz de moverse por el tiempo embarcándose en la aeronave de la imaginación, nos recordó, antes de irse, que ocurre a menudo que "las viejas guardan en la memoria cosas que los sabios de otro tiempo necesitaban saber". Aun en días extraños como el de ayer, vividos en mangas de camisa (hoy, si no se equivoca la meteorología, estaremos como es costumbre en estas fechas, bajo la lluvia...), hay costumbres que no se pierden.

La modernidad, eso sí, barniza asuntos como este con las variaciones propias de su época. Sin ir más lejos, conectan estos días en el calendario los hábitos del cordón y los coros ya reseñados con la aparición en los cielos de peligros inimaginables hace no demasiado, amenazas del mañana. El vuelo de los drones es uno de ellos, sin ir más lejos. Más que el vuelo, su interferencia con el tráfico aéreo. O una rueda que cojea en el tren de aterrizaje y que obliga a un avión a sobrevolar el aeropuerto entre Padrenuestros del pasaje y supongo que un regustillo de inquietud en los pilotos, sobre todo cuando un caza les acompañó en la travesía. Son páginas de la literatura moderna, de un presente rabioso que se tuerce. Es entonces cuando lo piensas: con lo bien que estaba yo eligiendo el color del cordoncito y aclarando la garganta para los cantos.