SU épica no está escrita sino improvisada en el relámpago del rap que, de repente, ¡zas!, lo ilumina todo. "Somos víctimas, igual que ustedes", le oí cantar hace no demasiado tiempo a uno de ellos, a un miembro del Club Juventud, si es que se puede decir así. O si es que decirlo así no suena demasiado antiguo. En cuestiones del amor son insaciables en todos los sentidos: desean experimentarlo todo y consideran que pueden tocar el cielo con las manos. Sus sentimientos hacen cumbre en los picos más altos y a su vez se despeñan por los más escarpados precipicios; todo es alegría o suplicio.

La juventud de hoy está electrodomesticada con las mil y una tentaciones tecnológicas que le rodean, a la vez que enarbola la ecología como una bandera a la que seguir. Es acusada de dejarse llevar por las tiranías y señalada como rebelde.

Hace décadas la expresión de los jóvenes llegaba a través del rock. Ese punto en común, el inconformismo y la voluntad de ser una generación distinta, se reproducía en otros aspectos como la manera de vestir o de hablar. Era así.

El médico de familia inglés Ronald Gibson comenzó una conferencia con cuatro frases. "Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad" o "ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder." "Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos". "Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón".

El doctor Gibson observó cómo la concurrencia aprobaba cada una de sus frases. Aguardó a que se acallaran los murmullos y entonces reveló el origen de las frases. La primera frase es de Sócrates; la segunda, de Hesíodo; la tercera es de un sacerdote de 2.000 años antes de Cristo, y la cuarta estaba escrita en una arcilla en las ruinas de Babilonia. "Relájense, que la cosa siempre ha sido así", dijo. Nada ha de temerse del rejuvenecimiento de Bilbao.