LA desdicha es el vínculo más estrecho de los corazones, una rendija por la que se cuelan las desgracias y las penas cuando no hay otra salida que la tristeza, bastante peso en el ánimo de quienes luchan por la eutanasia. Lo único peor a que se te muera alguien cercano es que quiera morirse y no lo logre, dicen quienes han sufrido tal experiencia. Solo con traer a la memoria el recuerdo de la gente cercana que quería entonar el adiós y lo logró ya es imaginable los padeceres derivados de no lograrlo. Es curioso, porque vista la forma de vivir reservada para los menos afortunados de hoy en día, las zancadillas, la prohibición de una muerte digna debiera estar condenada.

¿Alguien puede reservarse el ahorro de una últimas horas más sufrientes?, cabe preguntarse desde la balconada de los días postreros con la ética por bandera. La pregunta ahí es otra: qué pesa más, la verdad o la razón; esa certeza de que uno ya está en la recta de salida o el pensamiento de que la mejor salida es la de acabar con los padeceres. La familia de Maribel Tellaetxe sabe, desde tiempo atrás, que ella no quería la lenta agonía a la que está condenada y protesta por su hacinamiento en el corredor de la muerte de donde no le queda salida alguna pese a ser inocente. Visto que la muerte es su única vía de escape, prolongarle la espera se convierte en una tortura. Para ella y para quienes caminan a su lado.

Es duro que la ley no admita esa geografía del punto final pero más dura es aún la terquedad, ese empeño en que escribir burro con uve, con una uve de vida que ya no existe.

El emperador romano Marco Aurelio, siempre en tratos con la violencia, fue capaz de verlo: morir no es otra cosa que cambiar de residencia. Eso es lo que quiere Maribel, tal y como lo dejo dicho. Resulta que ahora la buena mujer no puede repetirlo, encadenada como está a los grilletes de una enfermedad indescifrable. Otro cantar sería que la buena mujer pudiese tomarse un trago de cicuta o dar un paso adelante al borde de un precipicio. Entonces no habría debate alguno.