UE el viejo sabio, Platón, quien nos dijo que la peor forma de injusticia es la justicia simulada. Con el cuello de Iñigo Martínez ya en el cadalso y a espera de una insólita clemencia, a uno le viene a la memoria aquello que la gente de bien llama el espíritu de la ley, muy por encima de la letra de la misma que, en ocasiones como la que nos ocupa y preocupa, con sangre entra.

Han bastado los cinco dedos alborotados -y hasta pendencieros, si quieren...- de Iñigo para quitarse de encima el dedo provocador de Sergio León para que salte la justicia y se aferre a la escrupulosa letra, ni siquiera bien redactada por Díaz de Mera. Al fin y al cabo, ¿hubo uso de fuerza excesiva?, ¿no hay matiz que distinga el golpeo del empujón? ¿Acaso no medio provocación de Sergio, por mucho que el árbitro no la refleje en el acta? Si las pruebas videográficas, vía VAR, fueron las utilizadas por un árbitro de reciente hornada (falta experiencia para medir las consecuencias de sus escritos...), ¿no son hábiles para un tribunal superior?. Todo suena rocambolesco.