A la esperanza del Athletic le ocurre lo que al rayo del poema de Miguel Hernández: que no cesa. Qué emocionantes son para el Athletic y sus seguidores esos días que huelen a recién hecho, esas temporadas en las que van subiendo de las profundidades de Lezama un manojo de jugadores que están llamados a llevar la antorcha del Athletic los próximos años. Ocurre, con cierta frecuencia, en temporadas de las llamadas de transición. A falta de las convulsiones propias de la recta de llegada -y excepción hecha del trepidante torneo de Copa donde el club puso sus codiciosos ojos desde el principio y del que solo resta el desenlace de la final contra la Real Sociedad, la guinda del pastel...- esta será una de ellas. Puede decirse que se ha consagrado así tras la derrota en Barcelona, donde los leones cayeron con las botas puestas. Allí jugaron Sancet y Unai López, dos de los llamados para el mañana, con galones de serios aspirantes. Les escoltaron -y esto también es costumbre...- dos hombres que vivieron sus días de esplendor en tiempos pasados: Óscar de Marcos y Mikel Balenziaga. Los cuatro cuajaron un partido serio, uno de esos encuentros que valen un potosí como enseñanza y como defensa de una filosofía que se nutre de días como este.

Hoy se les presentan, a los veteranos y a los aspirantes, como los secundarios de Garitano. Es un tránsito necesario para ir marchándose con la dignidad bien ganada o para ir forjándose como león, que no es una distinción cualquiera. Junto a Sancet y Unai viajaron a Barcelona Vencedor, Vivian y Ezkieta. Son nombres que van a pelear por el título de león sobre el césped a nada que no se tuerzan las cosas. Secundarios con alma de principales. Unos, porque lo fueron; los otros, porque aspiran a serlo. Porque lo serán así siguen por este camino.

Ya está dicho que la derrota del pasado martes ha colocado al Athletic a los pies del precipicio de la temporada liguera. No habrá un corazón rojiblanco templado en las fraguas de la filosofía del Athletic que exija ahogarse en el intento de la séptima plaza. Es un objetivo legítimo para las arcas, es cierto. Pero a los seguidores de este club que tantas veces fue primero le interesa más ver cómo crece, cómo va gestándose una nueva camada, cómo se va consolidando esa vieja idea de que el Athletic, mientras siga siendo como es, es y será inmortal. Para emociones fuertes, ya digo, les vale, nos vale, la final de Copa.

A lo largo de toda esta intermitente campaña se ha señalado a Garitano como un hombre de férreas ideas, un tipo duro de pelar a la hora de hacer otras concesiones en el once que no sean las ganadas por los méritos del entrenamiento. Pero incluso un técnico como él, inasequible al desaliento hasta el último minuto, es consciente de que las opciones continentales por vía de la liga son complejas, con un calendario tan apretado y un buen número de clubes fajándose en la pelea. No significa que vaya a arrojar la toalla (antes se arroja él mismo...) pero sí es posible que pueda aprovechar este puñadito de partidos para ir ensayando, para ir provocando la transición. Al fin y al cabo, Gaizka lleva en su ADN ese A+ del Athletic de la cuna. Sabe cómo se hacen las cosas en este club desde tiempos inmemoriales.