Los últimos acontecimientos de esta semana en la Cámara de los Comunes parecen alumbrar una luz al final del túnel o lo que es lo mismo, una vía de conclusión del culebrón en que se ha convertido en estos dos últimos años el Brexit. Finalmente, Boris Johnson se ha salido con la suya, tras sucesivas derrotas en Westminster. Aceptó la prórroga que siempre negó hasta el 31 de enero de 2020, pero a cambio ha conseguido convocar elecciones el próximo 12 de diciembre, en plena campaña navideña. Su estrategia está clara: un segundo referéndum requeriría del 51% para persistir en la idea de abandonar la UE, mientras que unos comicios generales solo precisan de un 30% para contar con la mayoría absoluta que le permita aprobar su plan de salida. Se ha ahorrado un 20%, pero ahora se la juega en ganar a los laboristas en las urnas, algo de lo que parece estar seguro y que lo avalan los sondeos.

Elecciones o plebiscito Es evidente que las elecciones del 12D, las terceras desde 2015, serán un auténtico plebiscito en torno al Brexit. Aunque eso no quiere decir que el voto de los británicos se base exclusivamente en la salida del Reino Unido de la Unión Europea. A buen seguro, muchos temas que podemos considerar menores de política interior que afectan al día a día de sus ciudadanos, tendrán una influencia notable en los resultados. En todo caso, si el Brexit nació del problema interno del partido conservador y después nos ha introducido en un terrible laberinto por la incapacidad de la clase política británica para forjar acuerdos de mayorías, hoy más que nunca se hacía necesario pasar por las urnas para tratar de elegir unos representantes que salgan de esta absurda situación y o bien aprueben el acuerdo de salida o realicen un segundo referéndum para saber a qué atenernos. De una u otra manera, el día 13 de diciembre estaremos en condiciones de saber si la nueva prórroga pactada del 31 de enero de 2020 es la definitiva.

Favoritos los ‘tories’ Así las cosas, los tories parten como favoritos con la única gran incógnita de si en estos meses su líder, Boris Johnson, furibundo brexiter, a la vista de los votantes se ha edulcorado al ceder una prórroga más y firmar un acuerdo con Bruselas considerado si no peor, igual al que rubricara Theresa May. Ello daría a los radicales del Brexit, apadrinado una vez más por Nicolas Farage, el auténtico abanderado de la ruptura a las bravas, la oportunidad de condicionar el escenario de salida. Nada desdeñable tampoco es la representación que alcancen los liberaldemócratas, los nacionalistas escoceses y los unionistas norirlandeses. Todo ello, teniendo en cuenta que el sistema electoral británico está inventado para consolidar mayorías absolutas. Del otro lado, los laboristas con su líder Jeremy Corbyn, tienen un panorama sombrío: su candidato asusta a los votantes más moderados de centro y sus titubeos continuos respecto al Brexit tampoco le granjean el voto joven partidario de un segundo referéndum.

La solución, en enero En todo caso, sea cual sea el resultado de las elecciones generales en el Reino Unido, Bruselas ya ha dejado claro que el acuerdo firmado no tiene margen de renegociación. O lo toman o lo dejan. Por tanto, el inquilino de Downing Street tendrá que decidir entre el último acuerdo firmado por Johnson o pedir una nueva prórroga para un segundo referéndum. No cabe desechar que de ganar los conservadores, el premier podría envalentonarse y renegar del actual acuerdo para afrontar una salida no pactada, aprovechando el respaldo de las urnas. O bien podría aprovechar el periodo transitorio del texto acordado para incumplir muchos de sus artículos y condicionar la negociación del tratado de asociación posterior entre la UE y el Reino Unido, verdadero objetivo de ambas partes, pues, marcará la relación a futuro del continente con las islas. En resumen, como era previsible, la salida de la UE no era tan sencilla como sus partidarios querían pintarla. Entramos eso sí, en una fase definitiva, la que debe decantar las urnas, pero seguro que no la última.