Esta semana se ha examinado ante los eurodiputados el futuro Alto Representante de Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell. El hasta ahora ministro de Exteriores español ha salvado el trance, que a otros aspirantes a Comisario se les ha atragantado, con relativo relajo. “Necesitamos una Europa más fuerte”, tan solemne como grandilocuentemente declaró Borrell. Algo que pretende su jefa, la presidenta Ursula von der Leyen, pero que se antoja una misión posible, vistos los poco edificantes precedentes de gestión de crisis internacional que Europa ha proporcionado en el pasado. Además, la agenda internacional está repleta de nubarrones, cada día más, con aspecto de tormenta perfecta.

La incertidumbre del Brexit Aunque no es de su competencia directa, al día siguiente del fin de la prórroga, el 1 de noviembre Borrell se desayunará en su nuevo despacho con la posibilidad de una salida sin acuerdo de la Unión Europea de los británicos. Algo que le obligaría a explicar al mundo y en sus principales capitales el plan B de la Unión ante este desastre. Un plan de contingencia que tendrá que ser muy resolutivo a la hora de salir al paso de acuerdos bilaterales de comercio del Reino Unido con otras potencias como Estados Unidos, que pese a vulnerar todas las normas de los tratados internacionales, sería la tabla de salvación para Londres y un peligroso descrédito para Bruselas.

Guerra comercial EE.UU-China El segundo gran desafío de la política exterior europea no es otro que tratar de mediar en la creciente escalada de enfrentamiento arancelario entre Washington y Pekín. La Unión Europea es la gran perjudicada en sus exportaciones por este juego antiglobalizador de Trump. La clave va a residir en la capacidad de persuasión que el Consejo y la Comisión Europea tenga para que los mandatarios chinos se apliquen a las reglas internacionales de defensa de la propiedad intelectual e industrial, principal agravio esgrimido por Estados Unidos. Para China tener de aliado a medio y largo plazo a Europa puede salirle a cuenta si se percatan de que con un escenario mundial de fuerte caída del comercio mundial, en el que estamos empezando a vivir, no es compatible con los altos niveles de crecimiento que ellos requieren para seguir desarrollando su sociedad. Si los europeos no podemos consumir, ¿a quién van a vender sus productos con Trump blindando sus fronteras comerciales?

Tambores de guerra en Oriente Medio Más allá de conflictos relativamente enquistados como el de Venezuela o los derivados del revisionismo ruso de sus límites, sobre todo, en Ucrania, Borrell deberá dedicar gran parte de su tiempo a una crisis clásica contemporánea: el riesgo de guerra en Oriente Medio. Si en su día fue Irak, hoy es Irán, el malo preferido de la película que se libra en una zona pinzada por los intereses de seguridad y expansionistas de Israel y por el control del tráfico del petróleo. La Unión Europea lleva décadas tratando de mediar en la tensión que siempre sobrevuela la región, con más o menos éxito. Toca seguir en la tarea intentando, como principal objetivo, que las potencias europeas no pronuncien cacofonías y actúen al unísono. En resumen, un panorama sombrío, con la estela de una posible recesión económica internacional tras de sí, que va a requerir de altas dosis de capacidad diplomática multilateral por parte de nuestro Alto Representante. Que tenga suerte, porque la va a necesitar.