Flaco favor le ha hecho el presidente de Iberdrola a sus razones -que, en lo que respecta a los precios de la electricidad, son verdades como puños- al dejarse llevar por el tono coloquial de una conversación grabada en la que simplificaba que, apuntados a la tarifa eléctrica regulada, solo quedan ya los tontos. Así que estos días se llenan minutos de emisiones y páginas de opinión analizando si hay una falta de respeto, insensibilidad y prepotencia en la actitud de Ignacio Sánchez Galán. A cambio, el riesgo de perder la perspectiva del fondo del debate eléctrico no beneficia a nadie.

Como punto de partida hay que dejar sentado que, los usuarios de la tarifa regulada, tontos no son. Desde luego no los 1,2 millones de perceptores del bono social, acogidos a esa asistencia económica por ser más vulnerables, y que no tienen opción de recibirla más que con la tarifa regulada. Estos son cautivos de un modelo que se ha revelado erróneo en la actual coyuntura, como por otro lado venían advirtiendo las propias empresas eléctricas desde hace años al demandar, a este gobierno español y a los anteriores, que modificaran el cálculo del precio al margen de los mercados de futuros de la energía, que son el factor que está encareciendo el precio.

El modelo se diseño con la presunción de que la fluctuación de precios a lo largo del día permitiría al usuario ajustar su consumo al ciclo más barato. Que ahora salga sensiblemente más caro no es atribuible al sector sino a la normativa reguladora, que no previó una coyuntura como la actual. Las eléctricas españolas ganan mucho dinero pero lo están ganando en el extranjero, si uno bucea un poco en sus cuentas. El error "distendido" del presidente de Iberdrola es haberse echado encima a los guardianes de la ley Lynch y permitirles desenfocarnos de lo fundamental para vislumbrar soluciones. Y sí, ha sido Galán pero no cortés