ERMINADO el impeachment de Donald Trump como estaba previsto -en nada- saca pecho el expresidente como si tuviera motivo. Una charla imposible entre el más reciente expresidente estadounidense y otro reverenciado como Franklin Delano Roosevelt le serviría al primero para aprender algo. Le explicaría el demócrata Roosevelt el motivo del voto de los senadores republicanos y por qué solo 7 de ellos condenan a Trump por incitar el asalto al Congreso. Porque él mismo hizo un ejercicio de pragmatismo de nariz tapada con Anastasio Somoza en la última década de los años 30 en su célebre "puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Podría incluso explicarle el papel de un demócrata en un contexto convulso de populismo. A imitación de las dictaduras europeas de la época, el nuevo presidente fue tentado, según la bibliografía y la prensa de la época, a asumir poderes especiales, a liberarse del control del Congreso e, incluso, a hacer de la Legión Americana una guardia militarizada que garantizara su control durante el turbulento y al final exitoso período de new deal. Roosevelt descartó todo ello pero uno no puede deshacerse de la impresión de que Trump ha intentado disponer de esas herramientas durante su mandato. Por eso es tan peligroso que los republicanos sigan considerándolo como su mejor "hijo de puta" para el futuro.