ONFIRMADA la victoria de Joe Biden en las urnas, a falta del ruido en los juzgados, el veterano político demócrata tiene que estar analizando los factores que deben caracterizar su mandato. Hoy es muy evidente que el primero de ellos es superar la fractura social que dejan cuatro años de mandato de Donald Trump. Pero también lo es gestionar las expectativas reales de su propio mandato. Siendo muy sinceros, la grieta social existía antes de Trump y, aunque no tenga su origen en el mandato de Barack Obama, ni supo ni le dejaron atenuarlo. El primer presidente afroamericano incumplió las expectativas. Resultó timorato y chocó con la capacidad de obstrucción de una oposición radical republicana desde el legislativo. La inflación de anhelos frustrados se puede repetir. Ni en términos de igualdad ni de bienestar ni de empleo quedaron colmadas por el Nobel Obama, al que se le pedía una virtud mágica para lograrlo. El cuasioctogenario Biden apunta a presidente de un solo mandato. La expectativa de seguir la tradición y que su vicepresidenta, Kamala Harris, sea la primera mujer al frente de la Casa Blanca en cuatro años es excesiva. Eso frustrará a muchos tanto como ahora asusta a otros. Si se convierte en eje del mandato, no se coserán fracturas. Aunque suene injusto, esa montaña deberá subirse más despacio porque no se puede hacer de un salto.