N todo el cielo de la boca le zumbó ayer el primer ministro portugués al ministro holandés de finanzas, de nombre impronunciable. Antonio Costa resumió con un descriptivo "re-pug-nan-te" su valoración de la demanda neerlandesa de que se investigue por qué los socios del sur de Europa piden medidas a la Unión para combatir la pandemia de coronavirus conjuntamente. Que a ver qué han hecho con el dinero del crecimiento de los últimos años, dice. No es una anécdota, es un síntoma. Perdemos Europa; la están ganando los que la quieren como el gran zoco en el que vender lo suyo a una masa ingente de compradores. Los Países Bajos, estructura económica comercial y financiera con una potente industria de hidrocarburos, metalúrgica y electrónica es, no obstante, un país con tres cuartas partes de su PIB en los servicios. Lo suyo es comerciar y obtener plusvalía del tránsito. Pero depende de la importación de alimentos para sí y para su negocio; que se lo digan a Unilever. Con esto de la pandemia, como antes con la crisis de 2008, su gobierno se sitúa en la actitud del mercader, no del aliado. Y, mientras, uno de los países más ricos de Europa busca camas de hospital en la vecina Bélgica para colocar ahí a sus enfermos. Sabe que su sanidad privada no dará abasto y la pública es exigua. Esta Europa es la que se consume a sí misma en lugar de crecer.