FALTA pedagogía política o directamente democrática. Las direcciones de los partidos han sustituido la responsabilidad de asumir sus propias decisiones por el salvoconducto de proponer a sus bases que decidan el mejor modo de darles la razón. Ejemplo de ello son las consultas a la militancia que han protagonizado recientemente en Nafarroa PSOE, EH Bildu y Podemos o la que la matriz de estos últimos organizó sobre la investidura de Pedro Sánchez y que solo sirvió para ratificar el liderazgo y la finalmente fallida estrategia de Pablo Iglesias. En esa suerte de caricatura de democracia directa y participativa en la que la pregunta orienta la respuesta hacia una única conclusión posible -la dirección tiene razón- se repite una constante en el discurso de los llamados a la toma de decisión: si por mí fuera, lo rechazaría, pero lo apoyo con la nariz tapada. Lo han hecho ayer mismo los militantes de EH Bildu en Nafarroa, aceptando propiciar que Chivite sea presidenta pero proclamando a todo el que quiera escucharles que están súper indignados por el ninguneo. Así, los partidos se nutren de legiones de agraviados a los que no se les pide que impulsen la acción de sus dirigentes practicando la responsabilidad política sino que se les libera de ella. Los de Podemos gobernarían con Sánchez con la nariz tapada; los de EH Bildu, ceden a Chivite con la suya blindada. La acción política debería asumir que la representación que uno tiene, sin mayorías absolutas, exige buscar consensos. Aleccionando a las bases en la arrogancia y el reproche solo se benefician sus cúpulas. Con la nariz tapada se pierde olfato democrático.