Si algo hemos aprendido en los últimos años es que la incertidumbre es un mal compañero de viaje para el crecimiento económico, la creación de empleo y, en definitiva, para el estado de bienestar. Transcurrido el primer trimestre del año, cobra fuerza la sensación de debilidad en el conjunto de la UE, con especial incidencia en los países como mayor fuerza e influencia, como Alemania y Francia. Ya no soplan los vientos de cola de los últimos años (estímulos del BCE) y la economía europea se enfrenta ahora a ráfagas laterales que pueden convertirse en vendavales que la dirigen a una desaceleración más pronunciada de lo previsto.

Vaya por delante un dato: la producción industrial europea cayó un 4,2% en el pasado mes de diciembre respecto al mismo mes del año anterior, lo que significa su peor momento desde hace 9 años, según Eurostat. Es decir, el ciclo alcista ha quedado atrás y las instituciones europeas revisan a la baja sus previsiones, al igual que lo ha hecho el Gobierno vasco, colocando en el 2,2% el posible crecimiento del PIB (una décima menos). La situación no está para muchas alegrías, pese a que Pedro Azpiazu pusiera en valor que esta desaceleración no es tan intensa como se pensaba y que la economía vasca sigue registrando porcentajes de crecimiento incluso por encima de la media europea. Pero ya lo dice el refrán: “cuando las barbas del vecino veas pelar pon las tuyas a remojar”.

Es cierto, como dice el consejero de Economía del Gobierno vasco que la rebaja de una décima en la estimación del PIB “no es relevante”, agregando que “la desaceleración es crecimiento y, en el caso de Euskadi, es un crecimiento razonable y apoyado en unas bases sólidas”. Tampoco es desdeñable la previsión que hace en algo tan fundamental como la creación de empleo, ya que, pese a la revisión a la baja en el PIB, la evolución en los sectores de servicios y la construcción, permitirá crear más puestos de trabajo en 2019. Concretamente 14.800 a tiempo completo, frente a los 13.500 estimados hace unos meses.

LUCES Y SOMBRAS. Estamos, por tanto, en un escenario con luces y sombras, aunque parece que estas últimas son más que las primeras como, muy acertadamente, indicaba Pedro Azpiazu al señalar que, entre sus responsabilidades, está el “alertar de forma anticipada de los cambios de dirección”. En este sentido, la recesión en el sector industrial europeo es una realidad que incide en esas ‘bases sólidas’ a las que aludía porque es la industria y su peso en la economía vasca el principal soporte de la economía vasca y, ahora, el responsable de su desaceleración. De hecho, es el único indicador que presenta números rojos en las predicciones tanto europeas como vascas. Sin olvidar la intensa relación que este sector mantiene con las grandes potencias de la eurozona, como Alemania y Francia, lo que hace más preocupante el futuro.

Europa afronta un año cargado de retos e incertidumbres. La locomotora alemana ha crecido 1,5% en 2018, un punto menos de lo previsto inicialmente, como consecuencia del colapso en el sector del automóvil, donde la industria vasca tiene una sensible participación. Francia, tras meses de movilizaciones sociales protagonizadas por los ‘chalecos amarillos’, también es motivo de preocupación y el presidente Macron ha anunciado una expansión fiscal para 2019 para frenar los síntomas de debilidad.

Como se puede comprobar, el contexto internacional y, más concretamente, el europeo, marcan el pulso del devenir vasco. Los factores económicos, sus protagonistas y sus variables, sean estructurales o coyunturales, locales o europeos, proyectan demasiados riesgos, peligros e incertidumbres como para que no sean necesarias medidas o recomendaciones que puedan paliar un mayor deterioro si las cosas se complican, porque lo único seguro que sabemos del futuro es que puede ser cambiante hasta el punto que la mejor estructura no garantiza los resultados positivos, pero sí sabemos que una estructura equivocada es una garantía de fracaso.

La realidad está siendo huidiza y saturada de síntomas contradictorios. Ya no soplan los vientos de cola y llegan tiempos cargados de complejidad que exigen planteamientos claros para evitar la confusión.