Esta semana la elección del nuevo presidente del EBB me ha recordado la importancia que en mi juventud dedicaban los kremlinólogos a la lectura del rictus de las cejas de Brezhnev. Así se suplía con imaginación el escaso conocimiento que se tenía sobre lo que ocurría en el politburó.

Los que han vivido este proceso desde dentro lo describen con toda simplicidad: Muchos afiliados pensaron que el proceso de renovación emprendido por los jeltzales incluía el relevo de Andoni Ortuzar. Presentaron a otro candidato solvente, como lo es sin duda Aitor Esteban, con otros activos, capaz también de conectar la memoria, el conocimiento acumulado y la experiencia con el futuro y le votaron. El actual presidente, que había expresado en privado muchas veces sus ganas de dejarlo, prefirió hacerlo ahora antes que participar en un proceso que sí o sí, iba a restar legitimidad al siguiente fuese quien fuese. Dio así una nueva lección de pragmatismo e inteligencia política en un partido en el que las bases deciden.

Los que han vivido el proceso desde fuera, como aquellos kremlinólogos, se han centrado en el dedo de los gestos mientras delante de sus ojos pasaba la luna de los contenidos. Ríos de tinta para el quiénes y su comunicación verbal y no verbal. Ni línea para el qué, el a dónde, el profundo, intenso y rico debate que siguen generando las cinco ponencias que resumen la línea política de EAJ-PNV. Un intenso trabajo de la afiliación, expresado en cientos de enmiendas, alumbrará en marzo una hoja de ruta tan original y centrada en el hoy como la que tras la asamblea de Iruña guio la transformación de la ruina industrial que recibimos en el país próspero que somos. Cosas de sabinetxeólogos.