Asumimos un tiempo en el que todo lo que nos rodea es demasiado volátil. La que suscribe vio en tiempos no tan lejanos cómo se acuñó aquel concepto de ‘política líquida’ que luego fue gaseosa para referirnos a la rapidez con la que se consume un titular para pasar, rápidamente, al siguiente. Hoy falta tiempo para la ‘cocina’, aquella donde los pactos y la negociación se hacen a fuego lento, convencidos los actores de que el resultado merecerá la pena. En cambio, tenemos demasiado escaparate, focos y búsqueda de un hueco muchas veces mediante una frase que únicamente tiene como intención dejar a la altura del barro al oponente político. No se trata tanto de saber vender los logros propios como hacer creer a la sociedad que este o aquel dirigente es merecedor del insulto por su incapacidad. Imanol Pradales sorprendió el sábado durante la Asamblea Nacional celebrada por el PNV en Durango hablando de su niñez. De su origen humilde. De cómo sus padres “las pasaron canutas” en la crisis de los noventa que muchas de nosotras y nosotros también recordamos. Con el aita preocupado por el futuro de la familia ante el cierre del negocio y una subida del paro desatada. Con la ama en casa haciéndose cargo como mejor sabía o podía de la situación. El recién proclamado candidato jeltzale a lehendakari podría haber escogido cualquier otra manera de presentarse a la sociedad a la que quiere representar. Y bajo la atenta mirada de quien fuera su maestro de escuela, el lehendakari Iñigo Urkullu, mostró que comparte con él algo de lo que carecen algunas de las personas que se dedican hoy a la política: la humildad. Un valor en la actualidad caído en desuso pero que cose a mucha parte de la sociedad vasca. La humildad y la sencillez muestran a la persona que está dentro. O se tiene o no se tiene.