No sé si tuvieron oportunidad de ver el pleno del Ayuntamiento de Iruñea celebrado el pasado jueves en el que se aprobó la moción de censura contra Cristina Ibarrola (UPN) y que llevó a Joseba Asiron (EH Bildu) a convertirse de nuevo en alcalde de la ciudad. Si no lo vieron, no lo hagan. No merece la pena perder el tiempo. Más cuando Ibarrola dejó para la posteridad que prefiere “fregar escaleras” que ser alcaldesa con los votos de la izquierda abertzale. Clasismo que atufa. Como digo, el pleno se convirtió en un nuevo intento de enfangar el debate político por parte de UPN y PP. La Fundeu de la RAE ha elegido este año ‘polarización’ como la palabra de 2023. Entre sus argumentos, reconocen que se trata de un término que, a pesar de que lleva en el diccionario desde nada menos que el año 1884, es durante este ejercicio cuando ha cobrado especial relevancia. Y eso no es bueno. Primero porque ‘polarización’ nació como un término científico, no para definir la división en bloques estancos de la clase política. Eso, precisamente, refleja el mal estado de las relaciones de aquellas personas que dirigen los partidos políticos, que se deben al diálogo, al debate, al acuerdo en pos de la sociedad que les elige y a la que deben cuidar. En cambio, su actitud, especialmente la de la derecha acobardada por la ultraderecha, provoca lo contrario, que la ciudadanía a veces no entienda nada de mensajes que llevan a pensar que estamos al borde de la ruptura de nuestro sistema democrático. No. No estamos así. Tenemos gobiernos elegidos mediante sufragio universal y todos, incluso los que tienen representantes de Vox, son legítimos. Aunque no nos gusten. Otra cosa es porqué el PP les ha dado poder en gobiernos autonómicos o municipales. O cual será, dado el paso en Iruñea, el nuevo marco de relaciones entre el Partido Socialista de Euskadi con EH Bildu. Las elecciones autonómicas despejaran la duda.