Con motivo de la celebración de la novena edición de los premios Vodafone DEIA Innovation Sariak, el lunes tuve la suerte de compartir mesa y mantel con personas que dirigen algunas de las empresas más importantes de nuestro país. Digo personas, no empresarios, en una clara intencionalidad de tratar de reflejar lo que a veces ocultan las palabras, que no es otra cosa que, detrás de una firma (del tamaño que sea) hay una persona que emprende, construye. A veces se olvida que Euskadi ha podido evolucionar hasta tener su actual estándar de bienestar gracias a cientos de ciudadanos y ciudadanas que optaron por iniciar su proyecto vital en la tierra que les vio nacer y quedarse en ella cuando dieron el salto de pequeña a mediana empresa e, incluso en alguna ocasión, a ser hoy día una multinacional. Y aquí siguen. En el caso que nos ocupa además, los premios entregados por DEIA lunes, por apostar por la innovación, que hoy suena de obligado cumplimiento pero que hace décadas el I+D eran para el común de los mortales dos letras indescifrables. Qué decir que mis compañeros de mesa resistieron, además, el envite del terrorismo. Aquel que les apartó del reconocimiento público del que eran merecedores para no ser objeto de extorsión por parte de ETA. O, en el peor de los casos, acabar siendo asesinados como le sucedió a medio centenar de ellos, desde el primero José Legasa (1978) al último Ignacio Uria (2008). Goian Bego eta Ohore. Una lacra recogida en el Informe sobre la extorsión y la violencia de ETA contra el mundo empresarial elaborado por el Centro de Ética Aplicada Universidad de Deusto en 2017, de obligada lectura para el siempre necesario ejercicio de memoria. Hoy, afortunadamente, el tiempo ha cambiado y podemos hacer que la sociedad sepa quienes son. Personas al frente de empresas que hacen que Euskadi sea un referente a nivel mundial. Aunque haya quien se empeñe en denostarlo.