Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

Elogio del teletrabajo

Elogio del teletrabajo

OS jefes me han mandado a casa con veinte carpetas, un disco duro y seis toneladas de papel higiénico. En pijama y bata se trabaja cómodo, de esto saben mucho los autónomos con ordenador, que pican un montón entre horas y acumulan récords de televisión; se dice que pueden llegar a visionar hasta veinte series de Netflix en dos meses. Entre videoconferencia y videoconferencia, el niño ya me ha pedido el bocadillo de chorizo y tres petisuis mientras su padre ha montado tres pollos porque le robo el wifi y el ordenador va lento. Me he confeccionado unos horarios rígidos para poder atender todas mis obligaciones ahora que confluye sin tregua el trabajo profesional y el de casa. Mando mails a las cinco y media de la mañana pero nadie me contesta hasta las once, así que aprovecho para hacer tres cocidos, lavo las cortinas y blanqueo con el niño las juntas del baño para evitar el anquilosamiento. La verdad es que concilio de maravilla, al borde del ataque de nervios y en pantuflas, pero no hay ambientes tóxicos y además no contamino. No hay que ponerse en lo tremendo, al fin y al cabo transitamos hacia un mundo nuevo en medio de esta rara normalidad de frenopático. El teletrabajo no es ningún bonus extra ni unas tontas vacaciones. Llegaremos. Con más defensas y menos bares, trabajando envueltos en boatiné, viendo la recesión llegar sin el placebo del fútbol y en pantuflas. Pero, sobre todo, con mucho papel higiénico.

susana.martin@deia.com