eL acuerdo entre Iberdrola y Siemens con el que se ha firmado la paz en la antigua Gamesa camina entre dos aguas y, partiendo de la base de que hay que dar la bienvenida a todo lo que sea serenar los ánimos en el consejo de administración de una empresa, despierta algunas dudas. La principal es si la sede de Siemens Gamesa seguirá en Bizkaia en un futuro. El presidente de la compañía, Miguel Ángel López, le ha trasladado al Gobierno vasco su voluntad de mantener ese estatus, pero, de alguna forma, uno no puede evitar pensar que los acuerdos parasociales entre Iberdrola y Siemens son el principal motivo de que la sede esté en Zamudio y no en Berlín, por ejemplo. La situación da para una tira cómica: Siemens Gamesa es un superpetrolero humeante y permanece en puerto gracias a un ancla, que es Iberdrola. La cadena se rompe, el ancla se queda, pero el barco se va. Es posible que esa situación no ocurra, pero habría sido más edificante o menos preocupante, como quieran, un acuerdo en el que la multinacional alemana aceptara compartir información y decisiones en el consejo del fabricante de aerogeneradores. O una alternativa en la que Iberdrola aumenta su peso en el accionariado para reforzar ese bien tan poco valorado en la globalización que es el arraigo. No hay bola de cristal capaz de aventurar qué es lo que va a pasar y habrá que cruzar los dedos porque la paz social en Siemens Gamesa haya valido la pena.
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