ESTE fue el testimonio del pintor noruego Edward Munch para justificar su cuadro más famoso, El grito, y proporciona, 125 años después, las formas y colores del lienzo que representa el momento actual de la economía. El sol se ha vuelto a poner en Europa. Estremece la posible, y casi segura, recesión en Alemania. Provocan un dolor desgarrador las advertencias del BCE sobre la economía española que, sin recuperarse de la crisis anterior, afronta el futuro con un gobierno en funciones, sin tomar medidas paliativas y con un presidente incapaz de cerrar su porvenir como político, como si se quedara temblando de miedo esperando, quizás, el milagro. Otros siguen andando motivados por la firmeza de sus teorías y la prudencia de sus decisiones.

Los malos tiempos preocupan por sus obstáculos. Las decisiones erróneas para salvar esos obstáculos alarman por sus secuelas. La suma de los obstáculos y los errores paralizan a quienes tiemblan de miedo, dando forma a un futuro amenazante y argumentos a la ley de Murphy que dice “si algo malo puede pasar, pasará”. En efecto, malo es la contracción del 0,1% que registra la economía alemana en el segundo trimestre del año, pero puede pasar, y pasará, algo similar en el tercer trimestre. Es decir, que Alemania (segundo importador de productos vascos y primer exportador a Euskadi), entre en recesión, tal y como apuntan las últimas previsiones de la Oficina Federal de Estadística (Destatis), sin olvidar otras consecuencias negativa derivadas de la guerra comercial desatada por Trump y del riesgo de un Brexit duro y sin acuerdo. Pero aquí no terminan los estremecimientos de tristeza ni el dolor desgarrador. La escasa capacidad de maniobra que tienen las economías estatales en la eurozona queda reducida a su mínima expresión para el caso español tras el último boletín del BCE donde se señala que la RFA y otros seis Estados han alcanzado “posiciones fiscales saneadas”, mientras que las cuentas públicas de España, líder europeo en paro, tras Grecia, está muy lejos de cumplir los objetivos presupuestarios de medio plazo debido a la combinación de una deuda pública por encima del 90% y de la existencia de un elevado déficit público de carácter estructural (sin tener en cuenta los ingresos extras derivados del ciclo).

Economia vasca Llegados a este punto, tenemos que poner el foco en quienes siguen andando pese a las lenguas de fuego como sangre que cubren el panorama económico. Hablamos del País Vasco y la actitud de nuestros gobernantes, ya que sus decisiones pueden paliar o incrementar los peligros de una desaceleración que ya se está dejando notar en el sector industrial y en la recaudación fiscal. En principio, la economía vasca seguirá creciendo en torno al 2% este año y el siguiente lo que ayudará a cerrar el presente 2019 con un superávit presupuestario del 0,2% del PIB. La recaudación subirá y superará la barrera histórica de los 15.000 millones de euros, merced, fundamentalmente, al incremento de trabajadores.

Son buenas noticias, aunque relativizadas por el hecho de que la recaudación fiscal será inferior a las previsiones iniciales. Una situación que no parece sorprender al Gobierno vasco, y más concretamente al titular del Departamento de Hacienda y Economía, Pedro Azpiazu, que a finales del pasado mes de julio presentaba el Informe Anual de 2018 y manifestaba: “Cualquier llamada a una reducción de la presión fiscal está fuera de la realidad”, para asegurar los ingresos fiscales para hacer frente a las diferentes partidas de gasto público que no paran de crecer.

Hay firmeza a la hora de no tocar la presión fiscal, como prudencia ante la desaceleración generalizada porque “después de la crisis, teniendo en cuenta el actual nivel de la presión fiscal y que la economía está creciendo en torno al 2% que son niveles inferiores a los de años atrás, si pretendemos recuperar los salarios públicos y los niveles de innovación y de inversión perdidos en los años de la crisis, en este momento plantear una rebaja de la presión fiscal que lo que quiere decir es bajar la recaudación en relación al Producto Interior Bruto (PIB) de una manera sustancial esto, políticamente, es muy poco defendible”.