hACIA el minuto 86 la afición del Celta arremolinada en un rincón mudó el mustio semblante y estalló de alegría. Resulta que hacia el minuto 86 el centrocampista macedonio Enis Bardhi anotó el segundo gol del Levante en Montilivi, un tanto que libra al equipo granota de todo mal, manda al Girona a Segunda y de rebote salva al Celta del descenso. Así que la afición del Celta estaba más contenta que unas pascuas, y festejaba la derrota cantando la rianxeira, y daba por bien empleada la peregrinación hacia Bilbao y también el largo camino de vuelta a Vigo, pues lo podrán hacer al ritmo de aleluyas y festejando la no victoria en plan Alicia en el País de las Maravillas. Claro que la otra alternativa daba miedo: regresar a Galicia al paso de ánima en la Santa Compaña, con la desazón en el cuerpo y por la boca escupiendo sapos y culebras.

En condiciones normales, la hinchada celtiña estaría poniendo a caldo a sus jugadores, por apamplaos e incompetentes, pues con su escaso espíritu competitivo hicieron posible el triunfo más claro y rotundo del Athletic en toda la temporada. Al descanso ya estaba el asunto visto para sentencia. Si Gaizka Garitano dijo una semana atrás que sus hombres salieron dormidos ante el Valladolid, frente al Celta lo hicieron la mar de espabilados, de tal forma que literalmente se merendaron al Celta, con dos goles de Raúl García y otro de Iñaki Williams aprovechando un generoso regalo del portero rival. Los dos primeros tantos se gestaron con sendas jugadas elaboradas con mucho criterio, y esa circunstancia sirvió para redescubrir la potencialidad que atesoran algunos de sus jugadores. Un virtuosismo que ha estado sometido al rigor del fútbol básico, rácano y directo propugnado por el entrenador.

Así que con el partido liquidado, la función estaba abierta a la nostalgia, pero Garitano, al parecer, no está para remilgos. Dada la situación especial, tampoco hubiera pasado nada si convoca a Mikel Rico y Ander Iturraspe para el último encuentro en La Catedral. Y sobre todo tampoco hubiera pasado nada, sino más bien al contrario, si saca a Susaeta de inmediato, en vez de esperar hasta el minuto ochenta, cuando el encuentro languidecía entre la impotencia del Celta y la parsimonia del Athletic, reconociéndose muy superior a su rival y con el encuentro bajo control.

En un club que tiene muy a gala el lenguaje de los gestos, agasaja a gente de fuera con sus premios One Club Man and Woman, sin embargo despide a Núñez, Iturraspe y a Susaeta con un frío protocolo. Mucho peor aún fue la comparecencia del capitán el otro día, presentándose ante la prensa para leer un frío comunicado y sin posibilidad de preguntas. Una especie de ley Mordaza que mantiene el nuevo presidente de la etapa anterior, y no me digan que cualquier otra reflexión de un personaje tan contenido y discreto como Susaeta no es posible, argumentando su potencial capacidad para desestabilizar al grupo en plena competición. Todo es mucho más sencillo: se dice que Susaeta ya no tiene sitio en la plantilla (es la ley del fútbol) con toda naturalidad, las partes dan su opinión y al jugador se le da un cálido homenaje.

Aritz Aduriz se retiró del partido con un mal semblante. No sé a qué responde. Quizá la sensación de marcharse del Athletic de aquella manera, dejando un mácula en su extraordinaria hoja de servicios, sin apenas prestancia en su despedida ante los suyos en La Catedral y además cometiendo el penalti con el que el Celta pudo anotar el gol de la honrilla. Me da que el muchacho quiere revancha a una temporada tan aciaga, mediatizada por las lesiones. Así no se puede marchar uno de los grandes referentes del club en los últimos años.

El caso es que el Celta se marchó a casa perdiendo pero los deberes hechos y el Athletic gana de forma contundente y sin embargo ve peligrar esa séptima plaza justo cuando todo esto se acaba. En Sevilla tiene que arrancar al menos un punto en una jornada tras la cual ya no habrá más oportunidades bajo el temor de ahogarse junto a la orilla.