el viernes pasado, en vez del viacrucis cuaresmal, me topé con una manifestación de estudiantes clamando por acciones contundentes para frenar el cambio climático. Eleva la credibilidad en la especie humana observar en estos viernes de huelga estudiantil a miles de jóvenes paseando por calles, foros mundiales políticos y de poder la reclamación de actuar de manera decidida y eficaz contra el cambio climático para que nuestro ecosistema no se deteriore aún más e incluso recobre su equilibrio hacia un futuro posible. Llegan a lo más hondo las convincentes palabras de la adolescente sueca impulsora del movimiento, Greta Thunberg, pidiendo que termine la inacción actual de los gobernantes ante el cambio climático, recordándonos que si amamos a nuestros hijos no podemos robarles el futuro, porque como proclama un proverbio indio “la Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”. Seguramente tiene razón cuando critica que el crecimiento sostenible que ahora se impulsa es repetir los métodos del pasado que ya han demostrado que no sirven para detener el deterioro medioambiental, y que aunque impopulares, debieran tomarse medidas de emergencia, porque nos quedamos sin excusas y lo que parece más grave, sin tiempo. Porque aunque siga habiendo mucho trumpista negacionista, la batalla ya no está en nuevos acuerdos para explicar lo evidente, sino en actuar de manera eficiente contra ello.

Pero cuando hablamos de futuro, ¿podemos hacerlo olvidándonos del presente? Y aquí surge la necesidad de elegir entre lo necesario y lo urgente.

Ciertamente no negarán el cambio climático, pero dudo que sea una emergencia para los trabajadores de La Naval, o para los 2,6 millones de trabajadores pobres en España, y menos aún para quienes intentan seguir vivos en los estertores bélicos de Siria, sobrevivir en Gaza o encontrar medicinas en Venezuela, por citar.

A los 800 millones que no saben si hoy comerán o a los 1.200 millones sin agua potable para beber, ¿les estimulará la necesidad de luchar por el mañana? ¿Harían ascos al pan o agua conseguidos con motores de gasoil y transportados en recipientes de plástico? ¿Les importa mucho que pronto el Ártico pueda ser navegable? Son millones las toneladas de abono mineral, pesticidas y herbicidas que se utilizan para obtener cosechas que nos alimenten a todos y dudo, ¿podríamos comer los más de 7.000 millones, que en 2050 serán 10.000, de humanos sin estos aditivos agrícolas? Aplaudo con entusiasmo iniciativas como las de Jon Kortajarena recogiendo plásticos en las playas o a quienes lo hacen en nuestros montes, pero ¿podemos y queremos vivir sin plásticos? Soy totalmente contraria al fracking, pero ¿quién quiere pasar frío pudiendo calentarse con gasóleo aunque provenga de petróleo así extraído? ¿No utilizan los jóvenes manifestantes teléfonos con coltán, plástico? y elementos que contaminan nuestro medio? ¿Renunciarías a viajar en coche particular para contaminar menos?

“Seguramente la Tierra produce lo suficiente para satisfacer todas las necesidades humanas, pero no para cubrir todas sus ambiciones”. Así entiendo mejor los viernes por el futuro, porque la ambición, grandes beneficios y lujos de unos pocos a costa de los sufrimientos de la mayoría es lo que nos está llevando a un callejón sin salida. Porque me parece mucho más fácil luchar contra el deterioro del medio ambiente que contra la ambición humana.