en una pared de un pueblo de Portugal leí hace no mucho una sencilla frase anónima que resume de qué va hoy este artículo: el feminismo nunca mató a nadie, el machismo todos los días. Una verdad como un templo, que diría mi amama.

Asistimos últimamente a un repunte grave del machismo más radical, desvergonzado y agresivo. Ocupa ya los espacios políticos: Vox, con su discurso de la sección femenina, ha sido la disculpa, pero no el único culpable, ya que Ciudadanos y el PP se han subido al carro de ese despropósito para hacerse con el Gobierno de Andalucía. Y, aunque el PSOE andaluz ganó las elecciones en votos, la derecha, cada vez más escorada, se ha hecho con el poder.

Es legítimo que conformen un gobierno si les dan los números, pero no a costa de injusticia, incumplimiento de las leyes y vulneración de los derechos de las personas (de la mitad de la población que somos las mujeres, pero también de los hombres). Será un gobierno con votos en el Parlamento pero, al haber abierto la espita al recorte de derechos, ya han debilitado los principios democráticos. Y no solamente porque esté en el acuerdo una fuerza de la ultraderecha, sino por aceptar y colaborar en la mentira, manipulación y frivolización sobre la violencia de género.

Es un escándalo moral y político esa banalización del sufrimiento de la violencia que sufrimos las mujeres simplemente por el hecho de serlo. Molestan profundamente esos discursos que pretenden negar y esconder la evidente y demostrada desigualdad de mujeres y hombres.

También es inaceptable su cuestionamiento de los derechos democráticos. Ya les avisó el presidente francés, Emmanuel Macron, y, por lo pronto, ese pacto con la extrema derecha les afectará a la hora de conseguir alianzas en la Unión Europea.

Esperar del grupo de Abascal respeto a los derechos quizás sea demasiado, pero lo del PP y Ciudadanos no tiene un pase. No vale decir una cosa y hacer otra. Como la candidata a diputada general de Bizkaia, Amaya Fernández, o Alfonso Alonso del PP que aparentan disconformidad con ese pacto y aceptan que su partido vaya de la mano del citado arriba. Les pasará factura: el 2019 es un año electoral.

El caso es que, nuevamente, nos toca a las mujeres pagar esta crisis política democrática. Simone de Beauvoir ya nos alertó al recordarnos que nunca se debe bajar la guardia en esto de los derechos de las mujeres: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos. Debéis permanecer vigilantes durante toda vuestra vida”.

Quienes denigran hoy el feminismo deberían recordar que gracias a esa filosofía política podemos votar. Es ilegal la violencia de género y contra nuestra integridad sexual. Tenemos los mismos derechos que los varones y no dependemos de ellos para sacar el pasaporte, abrir una cuenta bancaria o trabajar, estudiamos, participamos activamente en la política, tenemos derechos sexuales y reproductivos, además del largo etcétera de sus logros en la lucha por un mundo más justo. (Mal que les pese al obispo Munilla y a unos cuantos más).

Finalizo aquí transcribiendo otro pensamiento de Simone de Beauvoir; de nuevo más claro que el agua: “Nadie es más arrogante, violento, agresivo y desdeñoso contra las mujeres, que un hombre inseguro de su propia virilidad”.