Pueden leerlo al revés, pero nos entendemos. Las denuncias y dudas más que razonables sobre la validez y hasta existencia misma de licenciaturas, másteres, doctorados y otras titulaciones de algunos de nuestros políticos/as nos han hecho levantar las orejas sobre títulos/titulitis universitarios. Sorprende el ansia por el título, “auténtico o mediopensionista”, de nuestros presuntos próceres, hasta el punto que estas denuncias están desinflando currículums congresistas y senatoriales con rapidez inusitada.

Escuchar las jugosas intervenciones-exposiciones científicas en Naukas Bilbao 2018 reconcilia con el saber, porque se ven fuera de cátedra, a la altura de la necesidad de conocer qué muestran sus activos participantes; solo talento, sin que títulos y mucho menos titulitis ensombrezcan la transmisión del conocimiento.

Hace unos treinta años, mientras que la administración solicitaba título EGA, una empresa de servicios convocaba un mismo puesto de trabajo cara al público en Encartaciones y en Urola Kosta con un aspecto llamativo, en vez de pedir título oficial de euskera, la entrevista de selección se podía realizar en castellano o en euskera a petición del solicitante.

Me suele venir a pintar la casa una persona cuando menos curiosa, en sus múltiples acepciones. A los cincuenta no posee ningún título académico, ni terminó el bachiller, pero su talento y (auto)preparación son más que evidentes; sus conocimientos musicales son muy superiores a los de muchos profesores reglados; sus citas literarias son eruditas, no sólo de escritores actuales sino clásicos, algo similar con filósofos e historiadores; y su interés por los avances científicos mucho más allá del titular suelto. Para su completa formación tan sólo le faltaría que alguien le dirigiera y ordenara la información que recibe y absorbe con pasión. Pero a su talento y capacidad de reflexión les falta la titulación que le permitiría impartir clases de música, conferenciar sobre literatura o exponer sus escritos en público: carece de aval académico. En este punto da qué pensar que en Silicon Valley empresas como Google, Apple e IBM, y al menos otras doce (Whole Foods, Bank of America, Home Depot?) estén dejando de exigir titulación universitaria: ¿se aceptará que alguien pueda desarrollar sus cualidades personales y pensar fuera de la caja universitaria?

Podría decir como muchos miles más que soy la primera titulada universitaria de mi familia. Esto es así porque durante décadas asumimos que la formación superior era garantía de conocimientos y medro en la escala social como recompensa al esfuerzo. Así que ahora tenemos una primaria aceptable y un número desproporcionado de titulados universitarios con duras expectativas labores porque la universidad extiende/expende títulos, pero no parece que prepare bien para los empleos futuros que la sociedad demanda. En el camino camina cojitranca una enseñanza secundaria con la tasa de abandono más alta de los países desarrollados y con una carencia preocupante de técnicos medios, porque las enseñanzas profesionales duales preparan para el trabajo, pero al parecer dan poco lustre social.

No levantaré el dedo para pedir eliminar la garantía de formación que da la Universidad, pero sí para señalar con el mismo dedo la necesidad de que se amolde a las demandas de lo que la sociedad necesita y anteponga la transmisión del saber cómo su razón de ser por encima de la función expendedora de títulos. A no ser que se busque brillo público-político.nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika