Aunque algunas opiniones infravaloren el impacto del fin del actual cambio horario bianual invierno/verano, la mayoría responde con un ¡ya era hora! de alivio ante el fin de un protocolo que según la directiva europea 2000/83/EC debíamos repetir dos veces (marzo/octubre) al año, algo que a pocos convencía. Según los expertos, los beneficios económicos por el hipotético ahorro energético son prácticamente inapreciables frente a las negativas repercusiones en la salud y calidad de vida, especialmente en niños y ancianos, y hasta en los hábitos sociales por no adaptarnos a este trasiego de reloj. Además, la propuesta dominante parece ser la de mantener el actual horario de verano durante todo el año. Como mal colateral necesitaremos alumbrarnos para vernos la cara cuando Olentzero amanezca a las 9.45 horas.

Pero lo mejor de este anuncio de modificación de la normativa europea es que se producirá como respuesta a una consulta popular. En julio la Comisión Europea organizó una consulta popular en la que han participado 4,6 millones de europeos de los que un 84% abogan por mantener el mismo horario todo el año; de los veintiocho sólo Chipre y Grecia discrepan, lógico por su luminosidad geográfica. Ahora la Comisión lo llevará al Parlamento Europeo que de aprobarlo lo trasladará al Ejecutivo para que modifique la directiva y permita que cada Parlamento nacional lo debata y dé luz verde al nuevo horario anual. Es cierto que en España sólo ha participado el 0,19% de la población, pero si finalmente se materializa la propuesta, habrá sido por impulso de abajo hacia arriba, no por decreto-ley de arriba hacia abajo, como habitualmente nos tienen acostumbrados. Además estoy convencida de que caso de haberse dado mayor publicidad a la consulta se hubieran comprometido muchísimos más.

Así que aprovechando que hablamos de huso horario y de participación ciudadana sería oportuno plantear a la ciudadanía del Estado español otra consulta sobre el retorno a nuestro huso horario natural que el dictador Franco alteró en 1940 pasándonos al meridiano centroeuropeo de la entonces Alemania nazi para congratularse y lamer las botas a su amigo matón el dictador Hitler; la razón es evidente, el meridiano Greenwich entra por Monte Perdido hasta alcanzar Alicante. ¿No les gustaría participar en esta consulta?

Consulta a la que podría perfectamente seguir otra sobre el huso horario que debiera tener Galicia, porque si entre Barcelona y A Coruña hay 52 minutos de diferencia ya me dirán que hacen compartiendo reloj. Los gallegos deberían poder decidir qué horario prefieren, si el actual que les hace perder más de 4.000 millones euros/año por el simple hecho de ubicarse en finisterra o, precisamente por estar ahí, tener su horario natural con Portugal y Canarias.

Me congratula la razón que da Jean-Claude Juncker, jefe del Ejecutivo comunitario, para llevar la petición al Parlamento: “La gente quiere que se haga, así que lo haremos”. Me encantaría que esto de la consulta popular por el huso horario cambiara algo del raquítico uso democrático del derecho del pueblo a ser consultado para asuntos de nuestro interés (monarquía, vientres de alquiler, autogobierno de Cataluña/Euskadi/Galicia, cupos de emigrantes?), y no sólo para delegar nuestro voto cada cuatro años, que inexorablemente aherrojan bajo listas cerradas de personas e intereses, donde “dije digo” lo transforman en ”dije Diego”. Entonces podríamos decir “ya era hora”.

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