FELIPE VI tenía como media sonrisa. Hay que comprender al hombre. Desde que es rey por la Gracia de Dios, supongo, vivió su primera final en 2015, la del Camp Nou, con el Barça y el Athletic frente a frente, pero con sus respectivas hinchadas entusiásticamente unidas por la causa, y sonó una pitada tan monumental que ni la megafonía a toda caña pudo mitigar. La Fiscalía, a instancias del Gobierno, se querelló contra todo bicho silbante, en número de 90.000, por ejercer su derecho a expresarse con libertad.
A la siguiente, el pasado año, resulta que repitió el Barça y sus circunstancias y además frente al Alavés, con lo cual se repitió la jugada con parecida intensidad.
Por eso al Borbón se les escapó esa media sonrisa el sábado, como de alivio, no en vano se había hablado demasiado de la inevitable pitada. Pero el bando sevillista, y muchos culés de peñas allende Catalunya, se pusieron en la réplica, canturreando a pulmón el himno, de letra básica y aséptica (lo, lo, lolo, lolololo, lo, lo, lo....), con lo cual, unido a la poderosa megafonía, el rechazo a la corona quedó pongamos que en empate. Otra cosa fue después, cuando sonaron los pitos sevillistas con fruición, pero movidos por el enorme cabreo: gastarse una pasta gansa en la peregrinación a Madrid, con lo agustito que se estaba en la Feria de Abril, para ver a sus muchachos jugando con desgana y rendirse a la primera.
Tiene guasa estas romerías coperas, que vas en alegre biribilketa para luego regresar de aquella manera, y mejor no entramos en más detalles.
También tiene su aquel la actitud de Felipe VI. Resulta que hay muchas finales de Copa del Rey, desde baloncesto a colombofilia, y a su majestad solo le pone la de fútbol, sabido que la presencia del Barça está casi asegurada, con lo cual se deduce que le va la marcha, o es porque hay más tradición, y los reyes son muy tradicionales, o por el qué dirán. Cierto es que si hubiera tomado la misma indiferencia que adopta con las finales de otros deportes no habría himno, ni pitos, ni tampoco el follón consiguiente. Su padre, el rey vividor, también acudía solícito a citas semejantes, y tuvo unas cuantas, y lo hacía con actitud estoica, asumiendo quizá que soportar los humores del pueblo soberano entra en el cargo.
Con todo, me imaginé alguna medida bizarra para contrarrestar la inquina catalana. Cierto que pasaron por mi cabeza los ministros cantores, intrépidos novios de la muerte, pues al menos tres estaban en el palco, e incluso la presencia de Marta Sánchez en plan yanqui, como hacen en la Super Bowl. Jamás me imaginé a la Policía cacheando a los aficionados en a las puertas del Wanda Metropolitano y requisando prendas amarillas en un claro gesto de intolerancia infinita.
El Barça exhibió toda su potencia, para más gloria de Andrés Iniesta, quien a modo de despedida protagonizó un partido magnífico. Tal vez fue eso, la conjura a modo de homenaje a tan insigne jugador; o puede que hubiera una disposición al desagravio por la debacle de Roma. El caso es que la afición culé apenas pisó Canaletas, donde festejan los títulos, corroborando que la Copa sabe a fruslería para una hinchada embriagada por los éxitos, y tiene toda la pinta de que el título de liga, por largamente acariciado, tampoco provocará mayor satisfacción. El culé, aseguran, solo celebrará con ganas si se machaca al Real Madrid el próximo 6 de mayo, y sobre todo si se descalabra en la Champions. El mal del enemigo a modo de consuelo.
La Copa eclipsó la jornada futbolística, donde sin embargo hubo sucesos extraordinarios, y extraordinario fue que la Real Sociedad, henchida después de ganar al Atlético, perdiera con el colista Málaga, y más extraordinario aún que los txuri-urdin terminaran el partido sin cometer falta alguna, algo que no tiene precedentes desde que toman estadísticas de los partidos.
Me da que este resultado dará vidilla al derbi del próximo sábado. Pero antes, hoy, está el Levante, que se la juega en San Mamés. Últimos en la clasificación de los vascos, al Athletic todavía le queda algún aliciente. Al menos, y no es poco, quedar por delante del Alavés.