RESULTA cuando menos chocante y totalmente impropia la imagen de unos servidores del orden, la ley y la seguridad en plan escrache. Más allá de la presunta legitimidad de sus reivindicaciones, es lamentable, en fondo y forma. Pareciera que los ultras estaban esta vez en el otro lado de la barricada.

En primer lugar, la concentración de ayer parecería una más de las que vienen celebrando varios sindicatos de la Ertzain-tza cada vez que hay pleno en el Parlamento Vasco. Pero esta fue distinta. ¿Por qué? Digámoslo claro y crudo: porque hay un muerto encima de la mesa. Aludiendo directamente a la muerte del ertzaina Inocencio Alonso durante los incidentes entre ultras del Athletic y el Spartak, el líder de ErNE afirmó: “Hay un modelo policial que está matando a los compañeros”. Además, dijo que la de Alonso fue “una muerte violenta”. “Los únicos que salimos heridos y muertos somos nosotros”, dijo para criticar el “modelo policial” de la Ertzaintza.

Utilizar a los muertos para determinados intereses, sean más o menos legítimos, es tan viejo como el mundo, lo que no lo justifica. En 2004, una mujer, Kontxi Sanchiz, murió al sufrir un infarto en el entorno de una manifestación disuelta por la Ertzaintza. Aún resuenan las acusaciones de “asesinato” contra la Policía vasca. La coincidencia de argumentos repugna a una conciencia democrática. Y, que se sepa, Inocencio Alonso no murió por un “modelo” u “operativo” policial.

Además, el tono empleado, con gritos y peticiones de dimisión en plan hooligan contra los máximos representantes del país, retrata a quien emplea métodos que por dignidad está obligado a combatir o, cuando menos, reprochar.

Preocupan, y mucho, actitudes de este tipo, pero aún más la amenaza que pende sobre la seguridad de todos, la posible huelga encubierta -la real sería ilegal- que promueven los sindicatos de la Ertzaintza, coincidiendo, además, con el próximo partido europeo del Athletic del próximo día 15 en Bilbao, donde se prevé el desembarco de los violentos ultras del Olympique de Marsella, que ya dejaron su huella en forma de destrozos, agresiones, incidentes y enfrentamientos hace dos años. Sin olvidar a los autóctonos.

No parece, desde luego, una actitud muy responsable. Si lo que querían era alarmar a la sociedad, es posible que lo hayan logrado. Pero no precisamente por los argumentos utilizados.