La señora Susana Díaz, con su vehemencia habitual, afirmaba ante los medios de comunicación que “una madre apoya al más débil”. Y, aunque con esa frase podría haber estado hablando de muchas cosas, una vez más su objetivo era afear los derechos del resto, aprovechando para despacharse a gusto contra el Cupo vasco. Lo alarmante, y que debe ponernos en guardia, es que no es la única que ha emprendido una campaña cual cruzada hacia Tierra Santa. Últimamente llenan horas y horas de tertulias amaestradas y, sobre todo, interesadas en aprovechar la creciente agresividad contra los derechos de los pueblos en el Estado español.
Ya dijo Calvo Sotelo en 1935, que más valía “una España roja que rota”, poniéndole voz a una idea siempre presente en las fuerzas políticas españolas y en la que hay que ver sobre todo su preocupación de qué harían sin las zonas más desarrolladas y con empuje del Estado. La cuestión catalana y el miedo que les da que se les rompa España han aflorado los viejos discursos ultracentralistas que, bien orquestados, azuzan para conseguir el aplauso fácil de quienes no tienen ni idea de qué es eso del Concierto y el convenio, el Cupo y mucho menos nuestros Derechos Históricos.
La superficialidad, la falta de análisis y, sobre todo, el engaño están haciendo mella en la población española, cada vez más escorada hacia las posiciones menos acordes con lo que dice su Constitución. Lo que menos les importa es si es cierta o no esa pretendida falta de solidaridad que nos achacan a los territorios vascos de Hegoalde y, menos aún, que nuestros Derechos Históricos están en su Carta Magna y en leyes orgánicas de obligado cumplimiento. Les gustan sus leyes depende de su interés. Ya se sabe.
Estas breves líneas no pretenden profundizar en el Cupo pues personas mucho más autorizadas que yo nos están ofreciendo estos días la suficiente información como para saber en qué legalidad se basa y de qué se trata esa aportación nuestra del 6,24 a los gastos del Estados. Lo que no dicen es que pagamos nos vayan bien o mal las cosas, sea buena o mala la recaudación de nuestras Haciendas.
El lehendakari lo explicaba muy bien hace pocos días en un artículo en prensa y dejaba claro que nuestro sistema no solamente no tiene nada de privilegio, sino que se trata de “un sistema justo, solidario y transparente para administrar los recursos”. Y puntualizaba también que Euskadi no es un paraíso fiscal ni mucho menos, dado que nuestra presión fiscal ha sido siempre superior a la española. ¿Qué tiene que decir la señora Díaz al respecto?
Andalucía, Asturias, Castilla León, Galicia? exhiben su oposición acérrima al Cupo. “Pondría en peligro al país” -dicen- quienes más reciben del Estado para inversiones o quienes adeudan al común más de 220.000 millones de euros. Por contra, aquí no debemos ni un euro al Estado porque, aún con errores, las cosas se hacen bien -¿tenemos mayor sentido de comunidad? ¿Eso nos hace menos vulnerables a la corrupción que ha asolado casi todo el Estado? ¿Tenemos mayor conciencia de la necesidad de la aportación individual porque sabemos que revierte en nuestra calidad de vida?
Vuelvo a Susana Díaz para mostrarle mi acuerdo con que es necesario que una madre apoye al más débil. Creo firmemente que en las sociedades democráticas es necesario amparar a quienes tienen más necesidades -pero no a quien no se esfuerza cuando tiene las mismas oportunidades-. Siguiendo el símil familiar de la presidenta andaluza, es como si el resto de hermanos y hermanas tuvieran que mantener a un vago caradura que con 45 años sigue sin trabajar.