LOS antiguos griegos concibieron a sus dioses con gran poder y predisposición al capricho en el trato con los humanos. Algunos, como el egregio Zeus, desarrollaron un perfil abusón y bastante cabroncete. Lo mismo le daba por descender del Olimpo de puro aburrimiento, se disfrazaba de bucólico pastorcillo y con esas trazas de mosquita muerta se daba un garbeo por Tesalia seduciendo doncellas, el muy malandrín, pues para eso era el padre de todos los dioses y el amo plenipotenciario de todos los hombres.

Se puede decir sin ánimo de exagerar demasiado que el Levante-Athletic estuvo manejado al albur de unos dioses antojadizos. Tan divinos ellos, con ganas de enredar, aunque de buen talante, pues el asunto acabó así de estupendo para José Ángel Ziganda, ese técnico que se ha tirado cuatro meses dando palos de ciego y justo cuando comenzaba a notar el frío hierro de la guadaña sobre el gaznate acaba indemne y reconfortado tras una semana transcendental.

Lo que barruntaba tormenta gorda en vísperas de recibir al Real Madrid se ha transformado en un remanso de paz ocho días después por razones obvias: se logró un resultado de calidad frente al poderoso equipo blanco. Se alcanzó en Ucrania la clasificación para la ronda de dieciseisavos de final de la Europa League y a continuación llegó esta victoria terapéutica ante el Levante, no en vano el Athletic acometió el encuentro a tan solo dos puntos del descenso, es decir, en una situación de vértigo.

Pero los dioses estaban caprichosos, Estrada Fernández señaló un penalti de Toño sobre De Marcos de esos que si no se pitan (y habitualmente no se pitan) tampoco pasa nada; luego manejaron con chacota los hilos de Laporte, obligándole a marcar en propia meta el empate levantinista; y la alborotada tarde se cerró con la recíproca, mediante otro fantástico autogol de Postigo que selló el triunfo rojiblanco.

A resultas del vértiginoso azar, el Athletic está a cinco puntos del descenso, y no a dos; y a seis de las plazas europeas. O sea, perfectamente instalado en tierra de nadie, aunque, imagino, con una vigorosa predisposición a enderezar su lamentable temporada, jalonada con episodios tan bochornosos como la eliminación copera frente al Formentera. “Lo que más me ha gustado es la mentalidad con la que hemos salido y la que hemos mostrado tras el empate”, ponderó Ziganda, así que le tomamos la palabra: no hay mejor medicina que los triunfos, que rearman la moral de la tropa e infunden confianza, la materia de la que están hechos los ganadores (y si además juegan mejor al fútbol...).

Mucho tuvo que ver en todo ello la ascendencia de Aduriz y Raúl García; el regreso del incansable De Marcos, la bulliciosa contribución de Susaeta, que está a un gran nivel, la contundencia de Unai Muñoz en la zaga o la versatilidad de Mikel Rico, que ha pasado del ostracismo al grado de mariscal. Y la fiabilidad de Arrizabalaga. Al respecto, anoche la web de Marca decía: “Kepa, regalo de Reyes: será portero del Real Madrid en enero”, previo pago de 25 millones al club bilbaino.

Confiemos sin embargo en las veleidades de Zeus y sus cuates, más que nada porque no queda otra y la próxima estación es el derbi ante una Real Sociedad que acude a la cita con el gesto desencajado y preguntándose: por qué nosotros, señor, con lo bien que le pegamos al balón. Si la trayectoria del Athletic daba miedo, los chicos de Eusebio Sacristán están de frenopático. Si denigrante fue la aventura copera del Athletic tanto o más le pasó a la Real ante el Lleida, otro Segunda B que hizo historia. Allá por octubre daba gusto ver al equipo txuri urdin, lo bien que jugaban y lo bien que ganaban jugando bien. Ahora al mínimo traspié se desmoronan como un castillo de naipes. La derrota ante el colista Málaga ha hecho mucho daño en el club guipuzcoano, que ve la visita a San Mamés a modo de terapia, la forma de invertir su doliente realidad. Está interesante el reencuentro.