EL Yemen de hoy en día perece por hambre, miseria y enfermedad y nadie quiere enterarse de ello. Y ese nadie lo encabezan los propios yemenitas que anteponen su guerra civil y los intereses personales a socorros médicos, acuerdos humanitarios entre los combatientes o un mínimo de misericordia para la población civil.

La cúspide del drama yemenita es la epidemia de cólera que en los últimos 4 meses ha afectado a 300.000 personas (la población total de Yemen es de 27 millones) y -según las previsiones médicas- en las condiciones actuales llegará a finales de año a superar los 600.000 enfermos. Es una epidemia mucho más grave que la padecida en 2011 por Haití. La yemenita es fruto directo de la guerra civil, una guerra civil muy peculiar ya que contra la tribu de los huthi (la más importante del país) y el expresidente Saleh lucha ante todo contra la coalición formada por Arabia Saudí y sus aliados del Golfo? ¡y en el frente yemenita, las tropas qataríes luchan hombro con hombro con las saudíes contra los houthi y Saleh!

Claro que el impacto de la guerra civil, con los bombardeos aéreos sauditas y los bloqueos de uno y otro bando de puertos y aeropuertos, ha sido catastrófico porque el conflicto se registra en la nación más pobre del mundo árabe (ingreso anual por habitante: 907 dólares), con unas infraestructuras ínfimas y unas prestaciones sociales del Estado prácticamente virtuales. Así. 15.000.000 de yemenitas no tienen acceso regular a agua potable; 17.000.000 están subalimentados; el 50% de las instalaciones médicas del país están destruidas por la guerra o cerradas por falta de financiación; y todo el cuerpo sanitario estatal no ha cobrado salario alguno desde hace once meses?!

Todos estos datos son tremendos y las posibles soluciones inmediatas resultan evidentes: apertura de unos cuantos puertos y aeropuertos actualmente bloqueados o cerrados, para que se puedan recibir medicamentos, alimentos, equipos depuradores de aguas y personal sanitario. Pero ninguno de los contendientes quiere adoptar tales medidas por miedo a que, a la vez con toda esa ayuda humanitaria, puedan llegar también armas, voluntarios y mercenarios a sus enemigos.

Cuesta creerlo, pero en el conflicto yemenita parece imperar el lema de “mejor mueren todos antes de que los otros saquen ventaja alguna”. Y, como se trata de una sociedad tribal, con moral arcaica y pragmatismo tercermundista, lo de ventaja puede leerse también como beneficio. Porque, si no, no se entiende cómo con la actual crisis entre Qatar y Arabia Saudita, aquel no ha desertado de la alianza saudí contra los huthi, ha financiado la formación de la policía así como todas las embajadas del Yemen. Y tampoco resulta fácil de entender cómo en el bando rebelde, los huthi apuestan por Qatar en el enfrentamiento del emirato con los Saud en tanto que Saleh condena tajantemente a los qataríes a pesar de que fueron los Saud quienes le obligaron a dejar la presidencia del Yemen.