DICE Iturgaiz que ni olvida ni perdona. Él sabrá, pero azuzar el odio no está nada bien, como tampoco lo sería entrar ahora a cuestionar su calidad moral (algo que no me atrevería a hacer). En cualquier caso, me parecen muy poco afortunadas sus declaraciones en el vigésimo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, dada su machacona insistencia (que llega a parecer incluso querencia) por el enfrentamiento.

“Aguantar a los nacionalistas, el nacionalismo no les acompañaba en nada, este pueblo tiene una memoria histórica reciente muy débil, el PNV sigue poniendo una vela a Dios y otra al diablo, Bildu aparato de ETA?”. Repite y revuelve los ánimos en la misma línea que hemos sufrido durante años al intentar culpabilizarnos mezclando terrorismo y derechos del pueblo vasco para debilitar, así, nuestra reivindicación nacional. Una simple mirada atrás nos confirma su rentabilidad política para el PP y ahora el flamante diputado en Bruselas lo ha dejado de nuevo en evidencia.

Es una guerra sucia, como aquella del terrorismo de Estado, de grupos paramilitares del GAL. Y, que yo sepa, nunca nadie aquí intentó aprovecharse de aquella barbaridad pidiendo, por ejemplo, al PSOE que renunciara a ser español.

Mi posición contraria a la utilización de la violencia ha sido (y es) clara y nítida por lo que me niego a entonar un mea culpa que no me corresponde y pienso que somos la gran mayoría de este pueblo quienes pensamos así. Vale ya de intentar que abandonemos nuestras legítimas aspiraciones nacionales aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. El hartazgo nos llega hasta arriba y tanto teatro a cuenta de las víctimas de un lado puede conseguir el efecto contrario.

Es lamentable cómo se ha enfocado el asunto del aniversario, con declaraciones institucionales casi imposibles de apoyar pero que aprovechaban las circunstancias de aquel terrible episodio de nuestra historia cercana para intentar hacer comulgar con ruedas de molino a las fuerzas políticas vascas y, de paso, colarnos España hasta en la sopa. Además de buscar rentabilidad y culpabilizar a la sociedad vasca (eso sí que es inmoral), han tomado como bandera a un pobre hombre (y, según dicen, buena persona) de Ermua, muestran únicamente el sufrimiento de algunas víctimas cuando, por qué no decirlo, aquí víctimas somos muchas más que las que se recuerdan oficialmente.

Y por recordar y no olvidar (en eso coincido con el músico de Santurtzi), en Madrid siguen teniendo una deuda histórica con las víctimas del franquismo o esas de los años ochenta citadas arriba. Las tenemos muy presentes, porque aún seguimos esperando un pronunciamiento de reparación y de perdón.

Resultan de una hipocresía total cuando esa misma gente nos pide que olvidemos el sufrimiento y el expolio de nuestras familias en aras a la reconciliación, la convivencia y muchos otros magníficos principios que, todo sea dicho de paso, convierten en basura. Imagino que les es muy difícil criticar a un abuelo o a un tío falangista o requeté o simplemente aprovechado que se enriqueció a costa del vecindario denunciando o disparando directamente. En ningún lugar civilizado se han ido de rositas los criminales, en España les perdonaron todo en el 77. No con mi apoyo.