UN claro 170 contra 82 acabó con la moción de censura de Podemos. El debate en el Congreso de Madrid fue de mucho menor nivel que el esperado y en algunos momentos dieron vergüenza las bancadas y la portavocía del PP (aunque tampoco se salvaron las del instigador de la moción): broncas y jaleos, comentarios machistas, insultos, las 23 veces que tuvo que llamar la atención la presidenta del Congreso, un ministro ajeno al debate leyendo un libro? Parece que muchas de sus señorías no han comprendido aún que el argumento político puede -y debe plantearse- con educación y bajo las elementales normas de cortesía. Entre otras cosas, para eso cobran.

La primera consecuencia de ese lío de dos días es que la radiografía de la realidad política se presenta con grandes dificultades para poder lograr esos acuerdos necesarios de alternativa al PP, que sigue fuerte aun con todos los casos de corrupción. Y la segunda, que Rajoy -mucho me temo- ha salido reforzado tras un debate vacío en el que el candidato Iglesias hizo de todo menos propuestas de gobierno.

En todo esto, la mayor responsabilidad la tiene Podemos, pues su obsesión por unas horas o unos días de gloria en los medios de comunicación impide el trabajo discreto y serio necesario para los acuerdos de ese calado. Más ruido que nueces, como le dijo acertadamente el portavoz del PNV, el señor Esteban.

Ya sabemos que las votaciones las gana el sí y las pierde el no, pero en este caso parecen más importantes las 97 abstenciones que los síes del PP, puesto que el fracaso estaba cantado. A Rajoy nunca le sirvió de tanto su minoría parlamentaria, pues enfrente tiene a una oposición que difícilmente se pondrá de acuerdo.

Hay quienes han querido ver un acercamiento del PSOE y Podemos (84+67 escaños), pero delante hay demasiadas incógnitas que pasan por el hipotético fortalecimiento y control de su partido por parte de Sánchez; además de que no dan los números, claro está.

Y eso suponiendo que les apoyaran Esquerra (9), Compromís (4) y Bildu (2). Imagino haciéndolo a Compromis, pues es más de lo mismo, pero me resulta más difícil en el caso de Bildu o incluso en el de Esquerra (pese a ese abrazo que se dieron Tardá e Iglesias y que le pasará factura al catalán cuando el otro no apoye ni el referéndum ni los derechos nacionales del pueblo catalán).

Hoy quiero terminar este artículo con un tema que nada tiene que ver con lo de arriba, pero no me resigno a hacerlo sin citar a Pedro Azpiazu y aplaudir su estupendo sentido del humor tras la que se ha liado al trabarse con la palabra en euskera desazelerazioa. Ya conocerán la anécdota y las reacciones que produjo al liarse con su pronunciación en su comparecencia ante la prensa. Mi enfado viene a cuenta de que estos días he leído críticas y mofas contra nuestro consejero, viniendo de gente de aquí que va de purista con el euskera y curiosamente hacían causa común con la impresentable cuadrilla ultra española. ¿Casualidades de la vida u objetivos comunes?