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La hoguera de las vanidades

Podemos está a cinco minutos de pasar de la épica inicial a la miseria en esta guerra reconvertida en perverso plebiscito entre ‘pablistas’ y ‘errejonistas’

POCOS días después de las segundas elecciones generales en las que Podemos se quedó (aún más) por debajo de las expectativas, Pablo Iglesias ya marcó sus diferencias con Iñigo Errejón, anunció una gran batalla en el partido y explicó así lo que ahora se está jugando en Vistalegre II: “Puede ser que ganemos las elecciones en cuatro años o que nos demos una hostia de proporciones bíblicas”.

El “debate” que ha seguido desde entonces, y que a saber si se zanjará este fin de semana, se viene reproduciendo en los mismos términos de yo o el caos en que quiere instalarlo Coleta Morada, como él mismo se definió. Los muy iniciados o los muy militantes en los círculos intentarán convencernos a los demás, a “la gente”, de que, en el fondo, no es solo una lucha de poder, una cuestión personal, un duelo por el liderazgo, sino un rico debate de ideas y de cómo y con quién llevarlas a cabo. Es decir, de elegir el modelo y la dirección adecuados para ganar las próximas elecciones. En resumen, que pablistas y errejonistas coinciden en que se trata de elegir la fórmula para ganar en las urnas, lo que ocurre es que ambos bandos consideran que los compañeros y sin embargo adversarios -ya casi enemigos- les llevan al desastre: a la hostia bíblica.

“Podemos para todas” o “Recuperar la ilusión”. Iglesias o Errejón. He ahí el dilema. Uno no sabe cuál de los dos puede llevar a la formación morada hasta La Moncloa, aunque por edad y oficio intuye que a ambos y al Podemos que cada cual dibuja les viene muy grande semejante objetivo. El espectáculo no está siendo edificante precisamente, pero al menos tiene la virtud de transmitirnos en toda su perversidad la batalla que se libra entre estos dos examigos. Ya se sabe que la mejor manera de conocer a una persona es dándole poder. Iglesias ha tratado de aniquilar políticamente a Errejón y está cada vez más cerca de conseguirlo, pero los nervios le están jugando malas pasadas. La manera que ha encontrado para despejar la pista es enfocar el debate como un plebiscito que ríase usted del referéndum independentista catalán: si no gano, me voy hasta del escaño. La explicación posterior delata su egolatría con absoluta transparencia: “Para no hacer sombra”. Vanitas vanitatis, que dice el bíblico Eclesiastes. La vanidad, al menos de la magnitud de la que exhiben los líderes de Podemos -desde luego Iglesias y Errejón, pero no solo- está reñida con el pueblo y sus problemas.

Podemos está a cinco minutos de pasar de la épica inicial a la miseria. Y corre el riesgo de que Vistalegre II se convierta, por hartazgo de la militancia, en la hoguera de las vanidades en la que el pueblo lance a las llamas purificadoras a Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Es más que dudoso que tal rebelión de las masas ocurra, pero eso sí sería un merecido bofetón de proporciones bíblicas. Dicho en podemita, un buen zasca.