eL ceremonial repetido de cada año que vivimos peligrosamente, como si no fuéramos a morirnos nunca, arranca cada enero como lo hacen los motores diésel, en el modo bajo rendimiento que irá apoderándose de cada mes, semana y efemérides que nos echemos encima. Enero, el mes de la cuesta. En el polo opuesto, diciembre, el de la Constitución, su debate, los dimes y diretes sobre la oportunidad -mira que no coincide con coyuntura aproposa- de por fin lanzarse a reformarla, como si no ponderáramos lo suficiente la historia del enorme país que nos cobija, cuánta ingratitud.

De La Pepa acá un pronunciamiento militar ha sucedido a otro, circunstancia que fue poniendo un tanto difícil pensar en mejorar el texto de los textos. Los próceres de la división de poderes versión spanish se deshacen en poner en valor -expresión al alza, se siente- aquello de cómo nos une y consensúa la norma suprema que les ha quedado de un perdurable? No les mientes las presuntas fallas, carencias, vacíos del instrumento que supo encauzar la reconciliación de los españoles. Qué orgullo de Constitución, si da hasta envidiaza albergar tan nobles sentimientos, llevarlos grabados a fuego en el ánimo. Tan es así, que se ve de mal gusto y como ordinariez sacar el asunto a relucir, menos aún iniciar maniobras de aproximación a uno solo de los 169 artículos.

Este año, tampoco. No ha dado tiempo, no hay el consenso suficiente, el respaldo necesario, la abuela ha vuelto a fumar, nos acechan los nacionalistas a norte y este, en cuanto nos descuidemos nos deshacen España entera. No le duele a nadie que haya sido el hijo menor del monarca el llamado al trono, tampoco se aprecia derecho ni libertad alguna comprometidos en el detalle de que ésta sea la única Corona del continente que mantiene y renueva cada año la prevalencia del varón sobre la mujer en el orden de sucesión.

Los nuevos tiempos nos tienen, en cuanto a nivel de progresía, asaz asombrados. Seguramente pasamos por alto la falta de urgencia de ciertas cuestiones, unas cuantas, a fe nuestra. Desde la exprés del techo de gasto aguardamos ansiosones la reforma slow que ponga la democracia en modo siglo XXI. Pero a ver si por una reivindicación feminista vamos a dar al traste con la atribución de la jefatura del Estado, el ordenado orden territorial, el primor de la organización peninsular y la paz social que nada cuestiona casi todo el rato. Si es que entre administrar la cosa pública y eso, se nos va la vida.