EL Parlamento de una pequeña región europea, Valonia, ha puesto contra las cuerdas el acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá (CETA) al que habían llegado tras siete años de negociaciones opacas y secretas. Y lo han hecho con la ley en la mano, ya que Europa exige la unanimidad de sus Estados miembros y Bélgica otorga a las regiones el derecho al veto. No han faltado opiniones para todos los gustos hasta su desenlace definitivo el pasado viernes. Curiosa, por ejemplo, la semejanza que han hecho con la ficticia aldea gala de Astérix y Obelix (en torno al año 50 a. C.), resistiendo los ataques de las legiones romanas de Julio César.
Sigamos con la analogía, pero con hechos reales e históricos. Pocos años después del asesinato del líder militar romano, su sucesor e hijo adoptivo, Augusto, consagraba los objetivos imperialistas con frases como: “Tu regere imperio populos, Romane, memento” que los historiadores traducen por “¡Romano, recuerda que tienes fuerza para gobernar a los pueblos de la Tierra!”. He aquí cómo los romanos sometían, subordinaban y explotaban a los Pueblos conquistados sin necesidad de mayores explicaciones, salvo las de la espada.
Los tiempos han cambiado y hoy, se puede decir, Europa está formada por Estados democráticos. Sin embargo, ¿han desaparecido la subordinación, la explotación y la coerción? Quizás sólo ha cambiado el nombre de ‘romano’ por el de ‘mercado’. Veamos un ejemplo: En febrero de 2012, Angela Merkel declaraba: “Vivimos en una democracia parlamentaria y, por tanto, la confección del presupuesto es un derecho básico del Parlamento, pese a ello vamos a encontrar vías para transformarla de tal manera que pueda concordar con el mercado”.
La canciller alemana introducía el estremecedor concepto “Marktkonforme demokratie”, que significa “democracia acorde con el mercado”. Cualquier demócrata y/o europeísta debiera ponerse en guardia porque viene a decirnos: “Tu regere imperio populos, Forum, memento”, es decir, “¡Mercado, recuerda que tienes la fuerza para gobernar a los pueblos de la Tierra!”. Y así nos ha ido en los últimos años.
La aldea valona Astérix ha vuelto a ser protagonista en la persona de Paul Magnette, ministro-presidente de la Valonia belga, que ha liderado la negativa a un acuerdo con negociaciones opacas, carentes de garantías para la ciudadanía y sin consideración hacia instituciones democráticas como el Parlamento Europeo. Todo ello, junto con el controvertido tribunal de arbitraje privado, pone de manifiesto la escasa sensibilidad de unos organismos intergubernamentales puestos al servicio de los mercados mundiales.
La democracia, en esencia, exige igualdad, transparencia y libertad. Sin embargo, los negociadores del CETA parecen más interesados en dar la razón al profesor de Economía Política de Harvard Dani Rodrik que en su último libro La paradoja de la globalización, señala el “trilema político de la economía mundial” entre el Estado nación, la democracia y la globalización, estableciendo tres posibilidades: 1) La democracia se debilita cuando el Estado se integra en la economía internacional; 2) La democracia y el Estado son compatibles si retrocede la globalización; y 3) La democracia convive con la globalización si hay formulas de gobernanza transnacional y se debilita el Estado.
Frente a este trilema, la aldea de Valonia ha hecho valer su status de autonomía en clave de igualdad y bilateralidad respecto al Gobierno Federal belga. Tiene autonomía y libertad para hacerlo y con su actitud, aunque haya aceptado a última hora, escribe un esperanzador precedente para el próximo acuerdo con Estados Unidos . Esto se llama convivencia democrática que puede acertar o equivocarse en sus decisiones, pero aleja la subordinación, la explotación y la coerción de las modernas legiones romanas que quieren imponer una coexistencia asimétrica.
No sorprende que Paul Magnette pueda decir hoy: “Nunca he recibido tantos mensajes de gente diciéndome que se sentía orgullosa de ser valona”.