NO fue como para tirar cohetes, pero al menos el Athletic venció al Valencia, que no es poco para los tiempos que corren, y me parece que a su técnico, Pako Ayestaran, le aguarda un recibimiento de traca, al más puro estilo fallero pero sin ninot indultat. No es normal que un equipo con tanto pedigrí como el levantino sea el último, y con avaricia. Eso sí. Nos metieron el susto en el cuerpo nada más comenzar el partido, cuando los chicos de Ernesto Valverde entraron en juego con la inercia física y mental que traían del enfrentamiento ante el Sassuolo en la Europa League. Así que cuando Aritz Aduriz anotó el primero de sus dos fantásticos goles la mente se me fue a los inquilinos de los palcos VIP y los imaginé descorchando champán (comprado un minuto antes de iniciarse el encuentro, eso sí, como manda el reglamento) para acompañar su jolgorio refrescándose el gaznate con el burbujeante bebedizo. La plebe, si acaso, se tuvo que conformar con cerveza cero cero, como manda también el reglamento, y a quien le moleste dicha ordenanza, que se vaya con los VIP. “Nuestros abogados nos dicen que sigamos en la misma línea”, justifica Josu Urrutia la flagrante discriminación por razón de poder y dinero para seguir suministrando alcohol a la gente pudiente y caldos insípidos al pueblo llano. Y puestos en plan de clamar justicia, ¿por qué estos avezados juristas que asesoran a la directiva no se estrujan también el magín para encontrar recovecos en la Ley de Adicciones que permitan democratizar en el estadio la ingesta del agua de fuego? O todos, o ninguno.
A la espera de respuestas, unos y otros, con champán o agua bendita en los labios, se congratularon con el reencuentro de Aduriz con el gol al abrigo de Beñat y esa hiperactiva capacidad del mozo guipuzcoano para mojar en todas las salsas. Especialmente sutil estuvo en los últimos compases del encuentro, cuando el Athletic, ya con las fuerzas justas, se afanaba por conservar los valiosísimos puntos frente a un Valencia desnortado, pero impredecible y aún peligroso. Aduriz eligió a Eliaquim Hans Mangala, el fornido central francés de origen congoleño, para tocarle las cosquillas hasta sacarle de quicio. Lo cierto es que la criatura en cuestión también posee un punto de ingenuidad y ausencia evidentes, aspectos que supo explotar el sagaz delantero centro, sobre todo cuando en la maniobra de su segundo gol Mangala se limitó a contemplar con inaudita displicencia la ejecución de la jugada, que a la postre dio la victoria al Athletic. En el tramo final Aduriz le buscó con indisimulada determinación, de tal forma que rompió el ritmo al Valencia haciéndose víctima del hombretón, a veces con razón, pues más de un sopapo se tragó de Mangala, y otras teatralizando, no en vano Aduriz posee talento y muchas tablas. El caso es que acabó sacándole una tarjeta al central valencianista y rascándole al reloj un puñado de preciosos segundos a la espera del pitido final, que terminó con el desasosiego y la incertidumbre del resultado.
Asombra recordar que el Manchester City, que tiene cedido a Mangala al Valencia, pagó hace dos años al Oporto la friolera de 40 millones de euros por su fichaje. Teniendo en cuenta este antecedente, ahora sí que me creo que el jeque Mansour bin Zayed Al-Nahyan estuviera dispuesto a abonar 50 millones por Aymeric Laporte. También me creo que el defensa galo rechazó la suculenta oferta en una bizarra demostración de amor a los colores, pero ya es hora para que el reputado zaguero nacido en Agen hace 22 años justifique cuan atinado estuvo el City en reclamar sus servicios con una proposición descomunal y cuan acertado estuvo el Athletic en renovarle el contrato con generosa correspondencia.
La eficacia de Aduriz llenó de alivio las gradas de San Mamés y el imperturbable Kepa Arrizabalaga puso el contrapunto necesario con una parada antológica, de puro reflejo, metiéndose a la afición en el bolsillo y colaborando decisivamente en la victoria el día de su presentación oficial en La Catedral.
Una lástima que pasado mañana tenga que volver al banquillo.