eN cuanto a clichés y frases hechas que nunca pasarán de ruido de fondo, lo mismo te digo esto que te digo lo mismo, destaquemos los días previos y posteriores a la fecha de anuncio de la siguiente cita electoral como dechado. Agitar fantasmas que ya no dan miedo a nadie -eso es así, se pongan como se pongan- ya roza la pésima educación, después de todo por lo que hemos pasado. Pero en algún caladero deben recoger las redes tremendistas y apocalípticas, el discurso del aquí fatal, aquí peor, si nos atenemos a la proverbial inteligencia y capacidad estratégica que se atribuye a quienes se dedican a la política, por no mencionar entrega y vocación a la causa común amén de capacidad de permanencia y de no decir la verdad sin mentir.

No tenemos la culpa de que la fiesta de la democracia haya salido (smuak) rana la primera vez, sapo la segunda. Como invitados de piedra reclamamos un drama con argumento y buenas interpretaciones, debate de altura, en el que va a ser autóctono, genuino y euskalgalego paso por secretaría. ¿Podrían trabajarse un poco los personajes, los diálogos, mesedez? Hechos, como estamos, a acudir con frecuencia creciente a las urnas, deberían calcular que va resultando más difícil hacernos comulgar con ruedas de molino -ésa sí es una expresión en peligro de extinción-, pero se ve que no tienen nuestra capacidad de raciocinio en gran estima.

Hete aquí que venimos de jugar con el anticipo de las elecciones vascas desde principios de año. Se cansó de decir el encargado del asunto, ante micrófonos y cámaras, que “la evolución de la política española” podría condicionar que la elección de fecha no fuera octubre. No hubo acuerdo ni hubo investidura; el color morado comienza su declive como color tendencia de la temporada; el electorado y la electorada entra en estado agotadit@ desde que por primera vez la joven democracia española pasara por el trago de la disolución de las Cortes, allá por mayo? pero el adelanto, por fin confirmado, siquiera haya sido de menos de un mes sobre la fecha stricto sensu en la que las anteriores autonómicas cumplen 4 años, tampoco merece más que reproches-tipo poco elaborados. Ojo, así lo expresamos por desgaste y uso y abuso cansino de la misma frase, que sirve tanto para un discurso de debate de política general como para mandar al cesto de la papelera virtual cualquier iniciativa legislativa que, vaya por Dios, sale adelante.