LA noticia del día, agárrense, es que el rey de España está preocupado. O para ser más exactos, aunque hay que tener en cuenta que él no se manifiesta sino que son impresiones de quienes han estado hablando con el monarca, está “más preocupado y más serio” que hace seis meses. Normal, le han jodido las vacaciones en el yate.

Esto de interpretar el estado de la cosa a través del humor de su monarca da una idea de que existe una falla muy seria en el sistema democrático español. No ya porque democracia y monarquía sean términos que no casan, aunque de manera forzada conviva esta institución tan poco ejemplar con unas cámaras legislativas elegidas mediante sufragio universal, es que ni siquiera el papel del rey está claro cuando se complican las cosas.

Los partidos españoles quieren que el rey les resuelva el atasco: bien porque pida a un grupo que se abstenga, bien porque retrase la decisión de proponer un candidato a la investidura, bien porque lo acelere para empezar a contar el tiempo. Es decir, que aquí todos respetan la monarquía pero quieren que barra para casa. Y entre unos y otros, lo único que están demostrando es que, tan escasa es su capacidad, que necesitan de la menos democrática de las instituciones españolas para solventar el lío en el que ellos mismos se han metido.

Así las cosas, vuelta la burra al trigo. Cuarta ronda del monarca, su padre parece que abdicó para no agotarse, y empieza a sobrevolar la posibilidad de unas terceras elecciones. Como si se mentara la bicha, se santiguan los de la derecha y se echan las manos a la cabeza los de la izquierda, para juramentarse que eso no ocurrirá. Pero es todo tan gestual, tan forzadamente hecho para la galería y los platós, que resulta muy poco creíble.

Para recuperar algo de crédito deberíamos ver movimientos donde dicen, y ahí sí que parece que dicen la verdad, no los hay. He escuchado a Rafael Hernando, ese portavoz que si no existiera habría que inventarlo, que habla todo los días con Ciudadanos y el PSOE pero que lo hace “sobre esas cosas fundamentales, como la intendencia, pero más allá de eso nada de nada”. No le he visto tan preocupado como dicen que está su rey.

Bien mirado, para qué se iba a preocupar el portavoz del PP si su jefe se ha cogido el puente de Santiago y se ha marchado, alabo el gusto, a Sanxenxo. Ese gesto, ese paréntesis vacacional, resume a la perfección el principio fundamental del marianismo político: dejad que las cosas sigan su curso. Y así, llegamos a unas segundas... y quién sabe si a unas terceras.