HAY que imaginar a ese tropel de periodistas concentrados durante un mes en Saint-Martín de Ré, un apacible rincón de la dulce Francia, junto al inmenso Atlántico, en el distrito de La Rochelle. Están allá enviados por sus jefes con la orden de llenar páginas, aunque no pase casi nada, combatiendo la rutina como se pueda y exprimiendo el magín para sacar noticias, asunto este que con el marqués Vicente del Bosque a la cabeza del cotarro resulta arduo complicado. Ante un panorama semejante, los chicos de la prensa deben sacarle punta a cualquier nimiedad. Y ya no están solos. Un inmenso tropel navega por la red, multiplicando hasta el infinito y más allá cualquier desliz y elevando a categoría lo que tiene toda la pinta de anécdota.

Por ejemplo, el dedo en posición peineta que Gerard Piqué mostró ante la atenta mirada de las cámaras de televisión mientras en el estadio Matmut Atlantique de Burdeos sonaba el himno español. El gesto provocó las suspicacias del personal, conocidos los antecedentes del bravo central catalán y su propensión a soplar gaitas. Si a esto le añadimos que España, que iba de sobrada por la Eurocopa, perdió ese día ante Croacia, lo que provocó la lógica desilusión y consiguiente cabreo entre los forofos de la roja, el follón estaba montado. La respuesta-justificación del figura fue contundente: “Me estoy crujiendo los dedos durante el himno. Dejemos de buscar polémicas donde no las hay e intentemos ganar la Eurocopa todos juntos”, dijo así de solemne Piqué a través de las redes sociales.

Sinceramente resulta por lo menos curiosa esa manera de crujirse los dedos, y hasta es posible que sea una fórmula que utiliza el hombre para liberar tensión y a lo mejor fue una casualidad, carente de malicia, que Piqué sacara a pasear su dedo corazón justo cuando sonaba el himno español. Pero los chicos de la prensa, ávidos de sacar trapos sucios hasta debajo de las piedras, se hicieron eco de la trama, proclive a suscitar abyectas interpretaciones.

Preguntado al respecto, Morata aseguró que hicieron muchas risas, intentando así quitarle hierro a la cuestión. Bien al contrario y sin mediar pregunta alguna, su colega Jordi Alba no se le ocurrió otra cosa que utilizar su comparecencia ante los medios de comunicación para despotricar contra la canalla, acusándola de “generar mal rollo” y “meter cizaña” porque, lo que es por ellos, todo rula de maravilla y el “ambiente es fenomenal”. El brioso lateral se refería más que nada a otro incidente que llenó de felicidad a la tediosa tropa de periodistas amuermados junto al idílico Saint-Martín de Ré: las declaraciones de Pedro Rodríguez poniendo en un brete al marqués, que según su parecer solo le ha llevado a la Eurocopa a modo de atrezzo. “No merece la pena venir aquí para hacer grupo”, confesó el delantero canario que, al día siguiente, compareció ante la prensa dispuesto a arreglar el desaguisado de la siguiente manera: “Pido perdón, pero no me arrepiento de lo que he dicho”, replicó, o sea, que terminó empeorando el tema. “No hay mal rollo en la selección; es de la prensa, que la gran mayoría mete cizaña”, saltó Jordi Alba indignado para felicidad de la grey periodística, que el pasado sábado tuvo la oportunidad de sacudirse el tedio con la abrupta irrupción del ofendido jugador.

Porque desde que se disputó el partido ante Croacia, el pasado martes, hasta que la selección española se enfrente hoy a Italia transcurren seis días de fatigosa rutina. Pero a partir de ahora no será necesario darle más vueltas a la truculenta historia que rodea a De Gea, el dedo rebelde de Piqué o los lamentos de Pedro por tener el privilegio de cobrar un pastón de la órdiga sin pegarle un palo al agua. La Eurocopa de verdad comienza ahora, despojada de los siniestros ultras rusos, los sinsorgos partidos con selecciones de relleno y el rigor del cuerpo a cuerpo de las eliminatorias. Aguarda Italia, sin figuras pero más perra que nunca. Luego en cuartos Alemania, el campeón del mundo, que ayer arrolló a Eslovaquia, y después ¿Francia? ¿Inglaterra?, en semifinales. Llega la hora de divertirse. La hora del fútbol y el fervorín.