Cuatro Chillidas en la galería Ekain
CUATRO creadores de la nueva generación de los Chillidas exponen de manera conjunta en la Galería Ekain de Donostia, cada uno de ellos, fiel a sus propias sintaxis y principios artísticos. Pedro Chillida (Donostia, 1952) presenta pinturas y esculturas en las que la figura humana, desnudos femeninos y masculinos, figuras totales o parciales, son representadas de manera real o expresiva, enmarcadas en campos de acción de colores fríos de sintaxis americanas. Las figuras humanas son captadas en perspectivas caballeras, o de espaldas. Más atemperado en sus óleos, más maduro y expresivo en sus esculturas: Cabeza con doble arco, y Mano (2006), conceptuales y expresivas, y conectadas con las vanguardias españolas, y Torso (2015) en basalto, obra realista, magnífica por cierto en su concepción y acabado.
Eduardo Chillida (Donostia, 1964) sigue pintando ventanas y marcos arquitectónicos a través de los que nos presenta la panorámica incomparable de la ciudad y de La Concha, cubierta de blancos y azules, que se superponen a rojos salvajes expresivos del fondo. El eterno paisaje donostiarra es mostrado con el ojo del “voyeur” que trata de captar su pieza amada.
María Chillida (Donostia, 1960), sigue trabajando en su collages sobre fieltro y papel pintados, en los que la sintaxis zen y repertorios heredados de las vanguardias históricas, tratan de ofrecer su sello propio, austero y minimalista.
Juan Chillida (Donostia, 1956), tras dar un firme salto a la escultura en alambre galvanizado, va logrando espacios habitables de raigambre cubista, espacios tridimensionales llenos de equilibrio, clasicismo, y bien acabados, que recuerdan a recorridos urbanos mentales, al mismo tiempo que rotundos en su propia vacuidad y vacío espacial. Su vacío escultórico se torna en plenitud de significados, y está lleno de ecos poéticos y líricos. Su obra va alcanzando altas cotas de madurez y lirismo.
Tres hermanos, y un primo, hijos de Eduardo, y de Gonzalo Chillida, exponen juntos, cosa que ya lo hicieron en vida de sus excelentes progenitores artistas, y componen distintas partituras en un concierto al unísono, éso sí, cada uno con su propio instrumento, y al servicio de la eterna Palas Atenea.