LA persona post y preelectoral que se sienta a la puerta de casa dispuesta a ver desfilar ante sus narices los cadáveres de sus enemigos, un poner la sillita de madera delante de La Moncloa, no está para dejar pasar por delante de su hipermetropía mucho desmán más. Uno de los ojos con imposibilidad de ver con claridad lo más próximo lo tiene puesto en las lides entre los leones del Congreso (Daoiz y Velarde son de bronce, material duradero, ellos sí), el otro enfilado con el flequi en dirección al norte.

Aún en funciones, sustituto de toda la vida de aquel al que le corresponde (¡ay!), el Gobierno Rajoy está pendiente de los movimientos de este otro gabinete que sí acude a su legislativo y, de hecho, hasta legisla, oiga. Es tal la bitxikeria que en Gasteiz no se ha suspendido nunca ni un solo punto del orden del día de la sesión de control al Gobierno, ni hay lehendakari ni sailburu que se niegue a acudir a informar de lo suyo y a debatir, siempre se tercia, con los grupos parlamentarios.

Está habiendo en estos 116 días de larguísima espera y dimes y diretes inútiles, peticiones de comparecencia de ministros y sesiones de control que no se atienden, por qué no. Tamaña ordinariez pretende castigarla el Congreso con un conflicto de atribuciones que, en este tiempo de absurdo político mediante, no conducirá a nada. Es incierto que la iniciativa llegue siquiera al Tribunal Constitucional en tiempo y forma. Lo único que está haciendo el Gobierno en funciones, a imagen y semejanza del gobierno no en funciones que ha sido anteriormente, es sostenella y no enmendalla, que de elusiones de ministros y presidente están llenos los diarios de reuniones de la Mesa del Congreso y la Junta de Portavoces. Vamos, que el jefe del Ejecutivo se ha pasado la legislatura haciendo pira, hasta en setenta ocasiones (en semanas también setenta, es lícito hacer el cálculo en meses e incluir las vacaciones parlamentarias hasta llegar a la cifra en años).

Rajoy y su mayoría absoluta no ven que la corrupción haga necesaria su presencia en la Cámara. Bárcenas, la Gürtel, los sobres B, Púnica, Bankia (25 peticiones en total, con la b de Barberá y la j de Já). Casos y cosas que no son ni van a ser más que unos papeles, por muy panameño que lleven el sello del bufete, ni antes ni ahora. Ahora menos.

Ante el ojo que mira hacia el norte se sucede la serie de tropelías que en nombre del pueblo vasco se comete, a saber: la ley antifracking (hija de una Iniciativa Legislativa Popular, ¿a quién le importa?); la de vivienda (se aprobó el año pasado, nunca es tarde?..); la recuperación de la jornada de 35 horas semanales de los funcionarios (lo cual no es óbice para estar, Mariano Rajoy, súper a favor de un banco de horas para conciliar y de que fichemos a las 18.00 horas). Y, ajajá, están en lo cierto, comienza a cegarle también el humo de los clubes de cannabis que lleva dentro la Ley de Adicciones.