TIENE lógica que la intervención del lehendakari ayer analizando los mil días de ejecución de su programa de gobierno se vea como un balance. Al fin y al cabo, tiene a sus espaldas mucha más legislatura de la que queda por delante. Otra cosa es que debamos hacer abstracción precisamente de eso, de que algo queda aún por delante para este Gobierno y esta legislatura. Desde luego, si el lehendakari no adelanta las elecciones a junio no será porque no le hayan intentado convencer de su bondad -a él y a todos nosotros- el consorcio político-opinativo que parece anhelar una coincidencia con las generales que se apuntan para el domingo 26 de ese mes. Salvo que la trinidad laica -Sánchez, Iglesias, Rivera- logre la cabriola de un acuerdo in extremis. Entonces sí tendría lógica ganar cuatro meses de margen para que el próximo gobierno haga sus cuentas de 2017. Paciencia, es cosa de dos semanas.
El caso es que, ahora mismo, el único que no ha descontado el final de la legislatura es precisamente quien puede ponerle fecha. Ni EH Bildu ni PSE ni PP esperaron siquiera a escuchar lo que tenía que decir el lehendakari para dar por terminado el curso político. Urizar y Pastor salieron la víspera a dar banderazo de salida a sus precampañas y Oyarzábal hizo lo propio ayer. Lo que asegura que con ninguno de ellos se puede contar para avanzar en el ámbito legislativo más allá de lo que hoy mismo se apruebe. Van a guardarse en el cajón casi una veintena de proyectos de ley remitidos por este gabinete del que dicen que no ha hecho nada pero cuya iniciativa se ha ralentizado en el Parlamento.
En todo caso, aquí ya todo el mundo está en precampaña. Mientras Pastor reclamaba el martes a Urkullu que fije de una vez la fecha de las elecciones, su partido buzoneaba la puesta de largo de su candidata, “Idoia Mendia lehendakari 2016”, en un panfleto de precampaña mimetizado de proceso participativo. Es natural. Mil días arriba o abajo, el PSE lleva esperando una nueva oportunidad con las urnas desde que cosechó el primer varapalo tres años y medio atrás con la esperanza de que alguna vez dejará de ir a peor. Sin embargo, la izquierda abertzale, que busca su oportunidad con el anhelado Arnaldo Otegi como candidato, tiene que lidiar con el vértigo del pulso con la izquierda emergente. Esto desaconseja para EH Bildu que las elecciones se anticipen. Corre el riesgo de que cierto electorado vasco vuelva a votar a Iglesias, aunque no se presente a lehendakari, y Podemos le robe la vitola de aspirante al título.
La sensación de que la legislatura agoniza no es buena. Lastra cualquier encuentro político -también y por ejemplo- en materia de autogobierno, como quedó acreditado en la última sesión de la ponencia. Pero, es que, todas están en algún momento a seis meses de las elecciones. Y, desde luego, no por eso se debería configurar el próximo Parlamento Vasco en función del bombardeo temático/mediático español.