El quebrado eje Berlín-Teherán
LA gira europea -por Francia e Italia- del presidente iraní, Hassan Rohani, recién levantadas las sanciones occidentales contra su país llama la atención por una ausencia: Alemania.
Y es que la República Federal Alemana no solo es la mayor potencia industrial de Europa, sino que las relaciones comerciales y coincidencias diplomáticas entre los dos países tienen una larga y casi siempre positiva historia. Que en estas circunstancias Rohani no haya visitado Alemania ahora, sorprende, y que no lo haya hecho por deseo alemán sorprende todavía más.
Claro que si al contexto de las relaciones germano-iraníes se añaden factores políticos de Oriente Medio -Israel, Arabia Saudí, Siria, Líbano, etc- e incluso estadounidense (el amplio sector republicano contrario a la normalización de las relaciones con Irán), la postura alemana llama menos la atención. Incluso se puede pensar en cierto cinismo diplomático ya que la ausencia de Rohani satisface a israelíes y árabes suníes, pero no daña en absoluto el probable incremento de las relaciones comerciales entre Berlín y Teherán.
Los iraníes han señalado siempre gran comprensión hacia las piruetas diplomáticas de la Merkel, que no desautorizó el verano último una visita oficial a Teherán de su ministro de Economía al frente de un gran séquito de empresarios, pero sí evitó el pasado otoño encontrarse con Rohani en la Asamblea plenaria de la ONU.
Tampoco hay que olvidar que la vida comercial ha mantenido siempre sus propios canales más o menos subterráneos con Irán, una cosa que se puso en evidencia durante la reciente visita de Rohani a París, donde el dirigente musulmán firmó un contrato para la compra de cien aviones Airbus. A buen seguro que Hollande, Merkel y Rohani no hablan a diario en el latín del Imperio Romano, pero es evidente que piensan, como Vespasiano, que “el dinero no huele?”.