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La terapia según Valverde

La terapia según Valverde

ME quedé atónico al escuchar a Ernesto Valverde decir tras el Real Madrid-Athletic: “en general, tenemos la sensación de haber perdido una oportunidad grande de haber podido ganar”. Hombre, Ernesto, que los números son muy tozudos y así de cabrones, y tampoco hay vuelta de hoja sobre la contundencia del resultado por mucha fantasía que le eches a la cosa. Sin embargo comprendo lo que quiso decir el consternado técnico rojiblanco, y no hace falta sacarle cantares porque para mí que en ese momento, mientras masticaba el amargor de la derrota y maldecía para sus adentros las circunstancias del tercer gol madridista (la puñalada canalla que destripó el partido o cómo fue posible tal grado de enajenación mental de sus bravos muchachos a diez segundos del descanso), el subconsciente le jugó una mala pasada. Porque si en ese melodramático instante que cambió la faz de la contienda los chicos hubieran estado con los cinco sentidos metidos en su trabajo, y no recogiendo florecillas blancas por las praderas de Idaho, otro gallo habría cantado. Y seguro que sobre esa noria estaba dando vueltas la mente del entrenador cuando se le escapó la bilbainada. Hay más datos que sirven para ilustrar el lapsus de Valverde: teniendo en cuenta los antecedentes, una tunda frente al Real Madrid habría sido un resultado normal, por reiterativo. Se puede decir sin exagerar que tanto la afición como el entrenador tenían amortizada la goleada en el coliseo blanco, y por eso no se recurrieron las tarjetas que impidieron disputar el encuentro a Mikel San José e Iñaki Williams. En consecuencia, cualquier otra eventualidad que alterara las previsiones tenía que ser necesariamente buena. Lo cierto es que la prensa madrileña destacó la valentía del Athletic, su atrevimiento y osadía (algunos recordaron la idiosincrasia única para resaltar su nobleza futbolística). No te cuento nada si encima va Zinedine Zidane y enfatiza la hermosura de la victoria blanca por conseguirla contra un contrincante de alcurnia; áspero, de los que no se doblegan (y algo pardillo, añadiría yo). “El Athletic es un rival muy fuerte”, enfatizó Zidane. En cierto modo yo también viví el partido con la derrota amortizada, así que no me irritó demasiado cuando Cristiano Ronaldo se desquitó de sus últimas frustraciones celebrando a lo grande (¡¡¡suuiiyy!!!) los goles que le clavó a su víctima favorita, y en cambio casi me desquicia las observaciones de José Antonio Camacho, comentarista televisivo de nuevo cuño. No sabía pronunciar Iraizoz y sus reiterados “el Bilbao”, mezclados (algo le dirían al respecto) con atropelladas correcciones, “el Athrleti Bilbao”, o algo así, me chirriaban sobremanera, y no te cuento nada cuando enfatizó la “injusta” expulsión de Varane. Así que Valverde acabó el partido jodido pero contento, y convencido de que la derrota no dejará secuelas entre la tropa porque ya figuraba como saldada en el calendario de los buenos propósitos. Dejado atrás el Madrid y las misiones imposibles, es a partir de ahora cuando conoceremos la auténtica dimensión del Athletic, que retoma el reto de la Europa League y en la Liga ha sido desplazado de los puestos europeos por el Eibar, quién lo iba a decir, que ya ha sumado más puntos que en toda la anterior campaña. También se han puesto estupendos en la Real Sociedad tras encadenar tres triunfos consecutivos y colocarse a cinco puntos del Athletic en vísperas del derbi. Después de tirarse media temporada lamentando infortunios, sus parroquianos hacen cábalas: si ganamos en San Mamés, entonces...

Se pone muy interesante el reencuentro con los primos, que ya catalogan como objetivo del año profanar (en buena lid) la Catedral para soñar por derecho con las competiciones continentales, aunque les aguarda un calendario muy difícil, incluidos Atlético, Real Madrid y Barça, donde anoche sus cracks aplastaron sin piedad al Celta, con lambretta de Neymar incluida y ese penalti de Messi emulando a Cruyff que me cortó el hechizo. Sobró semejante humillación.