Kiev: votos o gramática
Las lagunas legislativas de no pocas Constituciones -como se ha visto en el actual estancamiento español para la formación de Gobierno tras los últimos comicios- han generado de Pascuas a Ramos situaciones confusas, cuando no críticas. Pero solo un país, Ucrania, ha invocado hasta ahora una laguna gramatical para afrontar una crisis constitucional.
La historia es tan sorprendente como grave. Los acuerdos de Minsk, para resolver la guerra civil desencadenada por la disidencia de los prorrusos de Ucrania Oriental preveían una reforma de la Constitución ucraniana a fin de descentralizar la República y decretar un estatuto especial para los territorios secesionistas. La reforma había de llevarse a cabo hasta el pasado día 2, si no se quería invalidar los tratados de Minsk. Y la ratificación no se produjo porque en la primera lectura del correspondiente proyecto de ley en el Parlamento de Kiev no se lograron los dos tercios necesarios para la reforma. Ésta tenía una última oportunidad en una segunda lectura que debía haberse llevado a cabo -según la Constitución ucraniana vigente- en la siguiente sesión parlamentaria?, que expiraba justamente el 2 de febrero del 2016.
Para evitar el fracaso por culpa ucraniana de los acuerdos con Rusia, el Gobierno ucraniano ha echado mano de la gramática. Porque en muchas lenguas eslavas no existen artículos determinados e indeterminados. De esta forma, el artículo 155 de la Constitución que exige que la segunda lectura de un proyecto de ley se realice “en la siguiente sesión parlamentaria” puede leerse también como en “una siguiente sesión parlamentaria”, con lo que -retorciendo la gramática y pisoteando el sentido común, pero interpretando literalmente las normas lingüísticas- la reforma no ha fracasado aún.
De esta forma, y suponiendo que Moscú no quisiera reactivar en estos momentos la crisis ruso-ucraniana, el Gobierno de Poroshenko alargaría hasta el verano próximo el plazo para conseguir que el Parlamento de Kiev aprobase la reforma constitucional prevista en los tratados de Minsk.