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Moldavia: la ley del más rico

LA miseria en Moldavia -nación transnistriana de habla y etnia rumana- es casi total. No solo es hoy en día la nación más pobre de Europa, con más de un tercio de toda su población emigrado (en su inmensa mayoría, a Rusia) para poder sobrevivir, sino que sus instituciones públicas son también las más corruptas del Continente. Al margen de ideales y anhelos -en primer lugar, vincularse a la Unión Europea (UE)-, todo su devenir político de los últimos quinquenios se ha desarrollado al ritmo de los intereses y ambiciones enfrentados de los dos hombres más ricos del país: Vlad Plahotniuc y Renato Usatii.

El penúltimo episodio del drama moldavo se registró en noviembre del 2014. Poco antes el Gobierno de Chisinau, la capital del país, había firmado un tratado de asociación con la UE. similar al ucraniano. Y como en Ucrania, la oposición moldava del momento (neocomunistas, prorusos y partidarios de Plahotniuc) removió mar y cielo para hundir al Gobierno del momento y poner en entredicho el acuerdo con Bruselas. La baza principal de la maniobra fue la revelación de una enorme estafa (el 10% del PIB anual de la República, unos 900 millones de euros) de tres bancos estatales, un desfalco que no se habría podido llevar a cabo sin la participación directa o pasiva de parlamentarios, autoridades financiera y los organismos estatales de supervisión.

Plahotniuc aprovechó su triunfo para entronizarse definitivamente en el país. Creó un partido político -Partido Democrático- que sólo tiene 19 escaños, pero que con una serie de diputados tránsfugas y partidos menores forma hoy en día la coalición mayoritaria del Parlamento de Chisinau. Además, el oligarca situó a sus hombres de confianza en el Ministerio de Justicia, Autoridad Anticorrupción y una serie de cargos clave de la Administración Pública.

La alianza se proclama promotora de la aproximación a la UE, pero sus tintes mafiosos son tan acusados que el presidente de la República, Nicolae Timofti, se negó a encargarle la formación de Gobierno justamente por “obvia inmoralidad”. Plahotniuc promovió olas de protestas callejeras y campañas de prensa (domina los principales medios de comunicación moldavos) tan fuertes que acalló las manifestaciones rivales y consiguió del Tribunal Constitucional una sentencia que obligaba al presidente a encargar la formación de Gobierno al jefe de la mayoría parlamentaria; Pavel Filip en este caso. El absurdo jurídico de que la sentencia contradiga la Constitución (esta sólo obliga al presidente a consultar al líder de la mayoría) es de una lógica absoluta si se tiene en cuenta que toda la dirección del aparato jurídico moldavo está a sueldo de Plahotniuc.